Pedro J. Sáez

Emboscada en Dallas


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que fueran tan extrovertidos, pero creo que tanto ella como él lo son. Me gustan. Son personas con las que puedes compartir.

      —Pues a mí me parece que ella no te quita el ojo de encima.

      —¡Qué dices, Sassa! ¿Te refieres a… Audra?

      —¿A quién si no?

      —Creo que estás equivocada y un poco celosa. Si me hubieras dicho que era a tu hermano a quien no le quitaba el ojo, podría entenderlo, pero ¿a mí, que le saco catorce años?

      Sassa no quiso responder ni que se enfadase su marido, de manera que se dio media vuelta en la cama y no rechistó a lo queAleksi le recriminaba.

      —Sassa, creo que te estás equivocando. No veas lo que no hay. Esa muchacha nos mira a todos igual, está conociendo a gente nueva, es normal. Lo mismo podría decirte yo sobre Dariusz, que no te quitaba la vista de encima.

      —¡Buenas noches! —contestó Sassa, malhumorada.

      Entonces Aleksi comprendió que tenía que hacer mutis por el foro y guardar silencio.

      El verano pasó y comenzó el otoño, una estación que cubría el bosque de rojo. La estampa que más le gustaba a Aleksi. Tanto es así que comenzó a practicar la pintura con la técnica de la acuarela. En una ocasión solamente, a finales de octubre, toda la familia volvió a Imatra. El paisaje era indescriptible. Si el verano era precioso, el otoño no se quedaba atrás. Aleksi no tenía que irse muy lejos para pintar. Desde su misma parcela podía hacer sus prácticas. Poco a poco iba ganando destreza y técnica, y no lo hacía mal, atendiendo a sus bocetos.

      Cuando Aleksi terminó, estuvo un buen rato mirando el paisaje de su boceto y se sintió muy satisfecho de lo que había pintado. Incluso pensó que no podría mejorarlo por mucho que lo intentara.21 Su ego engordó tanto que casi estuvo a punto de gritar, cuando de repente escuchó a sus espaldas:

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      —¿Qué haces, vecino?

      —¡Aquí pintando!

      —¿Puedo verlo? —preguntó Audra.

      —¡Claro, pasa!

      Nada más invitarle a pasar, Sassa salió de la casa como si hubiera visto venir a una osa queriendo comerse a su marido. Aleksi clamó al cielo para que no pasara nada. Disculpándose y aludiendo que tenía que limpiar toda la pincelería antes de que se secaran, las dejó contemplando la acuarela.

      Tardaron en volver a Imatra.A Sassa ya no le gustaba el sitio. Si alguna vez se planteaba ir a pasar algún fin de semana, todo eran excusas. Le dijo una y otra vez a su marido que prefería que estuviesen separados, él en Turku y ella en Helsinki, que ver la cara de aquella mosquita muerta. Nadie entendía el comportamiento de Sassa, ni siquiera su hermano. En una ocasión, los cuñados hablaron de ello:

      —No entiendo lo que le pasa a mi hermana. Ha cambiado de la noche a la mañana.

      —Creo que no soporta a Audra, hasta me dice que va detrás de mí. Creo que son celos.

      —Nunca la he visto tan arisca ni tan cabreada. Lo mejor que puedes hacer es quedarte en Turku, darle tiempo. Incluso le vendría bien una lección. Cuando se le pase el enfado y reclame tu presencia y te necesite, te llamará.

      —¿Tú crees?

      —Creo que sí, aunque de mi hermana se puede esperar cualquier cosa.

      Y así lo hizo Aleksi. Se tomó su tiempo, y aunque la comunicación por teléfono era fluida con sus cuñados, con su esposa dejaba mucho que desear. Sintió que aquella relación se estaba enfriando a pasos agigantados y no dejaba de preguntarse cómo una simple cuestión de celos podía romper un pasado. La prudencia y el consejo de Heikki le hicieron refugiarse en Turku, escribiendo sus recuerdos, fijando fechas y señalando personas.

      Todo el trabajo de Aleksi se centró en comprobar la influencia de los Estados Unidos en lo que él llamaba el «quita y pon de los estados» en el área de América Latina. Es decir, seguir el rastro desestabilizador de los gobiernos y cuáles fueron orquestados por la CIA. En lo que respecta al caso Watergate, que le interesaba mucho, fue anotando sus últimas novedades informativas. El 20 de octubre Nixon ofreció entregar un resumen, y al día siguiente destituyó a Cox y eliminó la Oficina del fiscal especial, ante lo cual el fiscal general, Elliot Richardson, presentó su dimisión. Un mes después, concretamente el 17 de noviembre, en Orlando, Florida, ante los editores gerentes de Associated Press, el presidente Nixon aseguró que nunca se había beneficiado de su servicio público:

      «Me he ganado cada centavo.Y en todos mis años de vida pública, jamás he obstruido la justicia. La gente tiene que saber si su presidente es o no un ladrón. Pues bien, no soy un ladrón. Me he ganado todo lo que tengo»22.

      Las navidades de aquel año no fueron agradables para la familia Virtanen. Aunque tanto Aleksi como Sassa se reunieron con el resto de la familia y disimularon su distanciamiento, cuando estaban solos, en pareja, la cosa era tensa y fría. Esos momentos de dificultad que atraviesan los matrimonios, que los hay, son a veces necesarios de compartir con alguien que sepa escucharte y pueda comprender. Aleksi habló con su cuñado al respecto.

      —¡No sé qué puedo hacer! ¡Soy incapaz de saber qué le pasa por la cabeza a tu hermana!

      —No es nada fácil saberlo.

      —¿Has tenido con Seija algún momento como el mío?

      —No, pero hemos hablado los dos de tu situación.

      —¿Y qué opina ella?

      —Piensa que el amor es el culpable de esos celos, porque no encuentro otro motivo para justificar su comportamiento. Dice que cuando las mujeres están enamoradas, defienden a sus hombres como verdaderos felinos, al menos en Finlandia.

      —¿Dices amor? Pero si nuestro matrimonio está casi roto…

      —Es tanto lo que te ama mi hermana que no quiere compartirte con nadie. Eso es lo que ha dicho.

      —Pero tiene que comprender que no puedo vivir en una burbuja, que tengo que hablar con los demás, con los vecinos, con los amigos, con la gente, tanto si es mujer como si es hombre.

      —Sí, te entiendo. Pero ¿qué otra explicación puede haber?Tienes que hablar con mi hermana. Esto mismo que me has dicho a mí díselo a ella.

      —Lo intentaré.

      —¡De esto se sale!

      —Pues que así sea —contestó el resignado y preocupado Aleksi.

      Las cosas fueron mejorando entre Sassa y Aleksi. Ella dio un paso muy importante para la reconciliación, reconociendo que quizá su comportamiento dejaba mucho que desear, y eso paraAleksi fue suficiente como para que su sonrisa y su buena disposición regresaran.

      Sin conocimiento de ella, tal como lo habían hablado Heikki yAleksi, en febrero del 1974 los dos se reunieron en el Consulado General de Rusia en Turku. Obviamente, la entrevista se la hicieron a Aleksi a solas. Cuando salieron de aquel encuentro, Heikki no podía esperar más:

      —¡Cuéntame! ¿Cómo ha ido?

      —Me han preguntado de todo, sin profundizar mucho. Se quedaron muy extrañados de que hubiera tenido contacto con los altos puestos del FBI, y sobre todo estaban muy interesados por mi etapa en México. Por supuesto, yo tenía que ver en ellos su mejor voluntad y no dar toda la información sin conocer su propuesta.

      —¿Y qué te han dicho? ¿Te han hablado de su propuesta?

      —Sí…

      —¡Cuenta! Dime lo que te han dicho —interrumpió Heikki, excitado.

      —Te lo cuento todo, tranquilízate. Nos dan la ciudadanía soviética, si así lo queremos, tanto a mí como a Sassa y a nuestro hijo. Residiríamos en San Petersburgo y yo trabajaría como analista de inteligencia en la Oficina de