Desiderio Blanco

Vigencia de la semiótica y otros ensayos


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      En los versos de García Lorca:

       Con el aire se batían las espadas de los lirios

      las operaciones de asunción y de despliegue, así como el modo de existencia atribuido a las isotopías en juego, se puede explicar de la siguiente manera:

      La isotopía figurante es aquí la isotopía del movimiento de las espadas cuando se baten en duelo; la isotopía figurada es el roce de las hojas de los lirios por efecto del aire. La operación discursiva hace un quiebre entre la isotopía /mineral/ de las espadas y la isotopía /vegetal/ de las hojas. En un primer momento, la isotopía mineral de las espadas es puesta en el centro del campo de presencia, pero su asunción discursiva es débil, desde el momento en que el enunciado empieza con la expresión “Con el aire”, que nos indica que la mira se ha puesto en otra parte, puesto que, de acuerdo con la experiencia perceptiva, las espadas no “se baten” con el aire. Y de pronto y sin previo aviso, la isotopía se interrumpe, saltando inesperadamente al centro del campo el roce de las hojas de los lirios, fuertemente asumido por la instancia de discurso. No hay que olvidar que la “instancia de discurso” incluye al enunciatario: lector, espectador, oyente…

      El contenido del batir de las espadas se encuentra realizado en un primer momento, pero queda virtualizado con la ruptura de la isotopía; mientras que el contenido del roce de las hojas de los lirios, que permanecía completamente potencializado, es de pronto realizado y asumido. Es evidente que el quiebre de isotopía se produce con base en una analogía perceptiva entre la forma visual de las hojas y la de las espadas, así como a una más lejana analogía entre el rumor de las hojas al rozarse y el ruido de las espadas al batirse.

      Toda figura retórica constituye una microsecuencia discursiva, que comprende al menos una fase de “puesta en presencia” (por ejemplo, un conflicto entre dos enunciados o dos isotopías) y una fase de interpretación (por ejemplo, la resolución del conflicto por una analogía). En otros términos, cada figura podrá ser definida, al mismo tiempo, por el tipo de conexión (puesta en presencia) y por el tipo de resolución que requiere. La metáfora es una figura de conflicto semántico que se resuelve por analogía; la metonimia es una figura de conexión semántica que se resuelve por traslado de roles actanciales.

      La semiótica ha hecho importantes aportes a las ciencias humanas. Nos ha enseñado a ver de otra manera el mundo, desvaneciendo la visión ingenua a la que estábamos acostumbrados. Eso es evidente en campos como los de la literatura y el arte, pero también en los ámbitos de la historia y de la antropología, de la política y del derecho, de la psicología y de la economía. E incluso de las ciencias exactas y naturales.

      Los objetos que buscan o rehúyen los sujetos son siempre objetos-de-valor. Pero resulta que los objetos del mundo, de por sí, son neutros. Sola mente adquieren valor en el discurso cuando la instancia de enunciación los inviste con la categoría tímica, que organiza la dimensión propioceptiva del afecto en euforia/disforia. En ese momento, los objetos descriptivos, neutros, se convierten en valores, es decir, son axiologizados. La praxis enunciativa valoriza de manera diferente los mismos objetos neutros, proponiendo de esta suerte axiologías diferentes según las sociedades, los grupos y los individuos incluso. Por ejemplo, un individuo recibe una carta en un sobre con estampillas, lee la carta y rompe el sobre con las estampillas, mientras que su vecino, al ver lo que ha hecho, se lamenta del estropicio del que han sido objeto las estampillas. En el discurso del comportamiento del primero, las estampillas no han sido axiologizadas o lo han sido disfóricamente; en el del segundo, sí: porque es coleccionista. Si del ámbito individual pasamos al grupal, podemos observar cómo se axiologizan objetos como “riqueza” y “pobreza”. Para verlo con más claridad, será conveniente colocar esos valores en las posiciones que ofrece el cuadrado semiótico:

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      El discurso del desarrollo axiologiza eufóricamente la “riqueza sin pobreza”; el discurso evangélico euforiza la “pobreza sin riqueza”; el discurso comunista valoriza “la no riqueza y la no pobreza” (ni pobres ni ricos); el discurso eclesiástico trata de quedar bien con Dios y con el diablo, y, jugando con una doble isotopía, valora la “riqueza” (material) junto con la “pobreza” (de espíritu).

      En el campo de la sociedad de consumo, J.M. Floch (1993: 148) elaboró un modelo axiológico que da cuenta de las distintas posiciones valorativas que pueden asumir los consumidores:

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      El modelo de Floch, elaborado a partir del discurso publicitario, permite explicar el comportamiento de los consumidores de una sociedad como la nuestra.

      El conjunto de valores así organizado constituye la axiología de una sociedad.

      Pero los valores no permanecen estáticos sino que circulan en la sociedad, y al hacerlo, pasan de unos sujetos a otros. En consecuencia, los discursos sociales se ven obligados a relacionar los objetos-de-valor con los sujetos que los desean. En esa sintagmatización reside precisamente la ideología del discurso. La ideología no es una acumulación de ideas, depositadas en alguna región celeste; la ideología es una gramática de producción de sentido [E. Verón]. En la perspectiva de la gramática narrativa, un texto genera ideología por la manera en que junta o separa a los sujetos con los objetos-valor. El discurso cuyo programa narrativo de base conduce a la separación (=disjunción) de los sujetos con el objeto “propiedad privada”, genera ideología comunista; el discurso cuyo programa narrativo de base conduce a la unión (=conjunción) de los sujetos con el objeto “propiedad privada”, genera ideología capitalista. En otro ámbito, el discurso cuyo programa narrativo de base conduce a la unión (=conjunción) de la Iglesia y del Estado, genera la ideología del Estado confesional o teocracia; el discurso cuyo programa narrativo de base conduce a la separación (=disjunción) de la Iglesia y del Estado, genera la ideología del Estado laico. Y así por el estilo.

      En la perspectiva de la gramática tensiva, la ideología se produce con diversos dispositivos gramaticales. Entre otros:

      a) Por medio de la orientación discursiva, cuyo principio organizador es el punto de vista. La orientación discursiva presentifica en el texto la intencionalidad enunciativa, regulando así las relaciones entre la mira y la captación: la mira exige siempre más de lo que puede ofrecer la captación. En ese caso, la mira rebaja un poco sus pretensiones o eleva las condiciones de la captación a fin de que sean congruentes entre sí. Esa fuerza reguladora del punto de vista nos lleva como de la mano a las estrategias para optimizar las relaciones entre la mira y la captación. La instancia de discurso puede actuar sobre la intensidad de la mira, o sobre la extensión de la captación, o sobre ambas al mismo tiempo. En el primer caso, el punto de vista se considerará electivo: la mira renuncia a la totalidad del objeto y se concentra en una parte o en un aspecto que considera representativo del conjunto; con lo cual logra recobrar toda su intensidad. En el segundo caso, el punto de vista se considerará acumulativo: al no poder hacer coincidir la mira con la captación, la instancia de discurso renuncia a una mira intensa y única, y acepta distribuirla en “miras” sucesivas y aditivas. El objeto no es entonces más que una colección de partes. En el tercer caso, la instancia enunciativa puede conservar una pretensión globalizante, y entonces el punto de vista se considerará englobante; o puede, por el contrario, aceptar los límites que le impone el obstáculo (actante de control), y el punto de vista, en ese caso, será particularizante o específico.

      Las operaciones gramaticales que hemos descrito sumariamente no son neutras, evidentemente. Cada estrategia programada por la