1, 29 declara la forma en que el juicio de la destrucción de Dios caerá sobre todos esos (rebeldes-pecadores), comenzando con una fórmula introductoria “porque” o “entonces (yKiä). Los terebintos-encinas (~yliÞyae) y los huertos o jardines (tANàG:h;me) no aparecen aquí como signos de lujuria, en la línea de aquello que Hitzig y Drechsler suponen, sino como lugares de adoración impía y objetos de idolatría (cf. Dt 16, 21). Ambos objetos se mencionan con frecuencia en los profetas en este sentido (cf. Is 57, 5: 65, 3; 66 17)
Normalmente, bechar y châmad (d>m;x], r>x;B.) son también las palabras que se aplican comúnmente a una elección arbitraria de dioses falsos (Is 44, 9;41, 24; 66, 3), mientras Wvboêy, de vwb, se utiliza generalmente para indicar la vergüenza que recae sobre los idólatras, cuando se vuelve clara la falta de valor y dignidad de sus ídolos, pues ellos son impotentes.
Sobre la diferencia entre bosh (vwb) y chaphar (rpx) véase Com. Sal 35, 4. La palabra ~yliÞyae, terebintos (robles) se traduce erróneamente como “ídolos” en los LXX y en otras versiones antiguas. De todas formas, la intención de fondo de esa traducción era buena, porque los lugares y signos de adoración de los ídolos (aquí los árboles) se identifican con frecuencia con esos mismos ídolos. Resulta evidente el estado de excitación del profeta al final de esta profecía, como lo muestra el salto abrupto de una exclamación (verso 28) a una invocación directa (cf. Ges. § 137, nota 3)15.
Is 1, 30
`Hl'( !yaeî ~yIm:ß-rv, a] hN"ëg:k.W* h'l,[' tl,b,nO hl'ÞaeK. Wyëh.ti( yKiä
Porque seréis como encina que pierde las hojas y como huerto al que le faltan las aguas.
Este versículo continúa en el mismo estado de excitación, añadiendo una segunda sentencia explicatoria a la primera, comenzando con la misma palabra introductoria yK (porque). De esa forma, llevado por la misma asociación de ideas, Isaías toma las encinas y los jardines como figuras futuras del mismo pueblo idólatra.
Se destruya así su prosperidad, de manera que ellos parecen una encina que ha perdido las hojas (h'l,[' tl,b,änO), que, en otros casos, en general, se mantienen siempre verdes. Las fuentes de las que el pueblo recibe ayuda se han secado, de manera que los israelitas son como un jardín sin agua, que por lo tanto se seca. En esta situación las encinas y los jardines secos, con los que se comparan los idólatras, suelen ser fácilmente objeto de fuego. Sólo hace falta que salte una chispa para que ellos caigan inmediatamente en llamas.
Is 1, 31
>`hB,k;m. !yaeîw> wD"Þx.y: ~h,²ynEv. Wrô[]b'W #Ac+ynIl. Alß[]poW tr<[oên>li ‘!sox'h, hy"Üh'w
El rico será como estopa, y su obra como una chispa; ambos arderán juntamente y no habrá quien les apague
Is 1, 31 muestra, con una tercera figura, el origen del que proviene la chispa a la que alude el verso anterior. La palabra Alß[]po parece aludir en un primer momento a un hacedor (un ídolo), pero !sox', rico, sería un epíteto muy inusual para aplicarlo a un ídolo. Por otra parte, la misma figura aparecería distorsionada, ya que el orden natural hubiera sido que el ídolo fuera el que encendiera el fuego, y el hombre fuera el objeto quemado por el fuego, y no a la inversa. Por eso, siguiendo el texto de los LXX y de la Vulgata, con Gesenius y otros gramáticos más recientes, preferimos traducir ese palabra (Alß[]po) por su obra (opus eius). Cuando este pasaje se refiere a la adoración idolátrica, su obra, Alß[]po, es un ídolo, un Dios hecho por manos humanas (cf. Is 2, 8; 37, 19 etc.).
El próspero idólatra (‘!sox'), que puede almacenar y dar oro y plata para construir imágenes idolátricas con la abundancia de sus posesiones, viene a convertirse en tr,[on>, es decir, en estopa o antorcha, mientras que el ídolo, obra suya, se convierte en chispa, que enciende y hacer arder a la estopa, de manera que ambos se consumen de manera inseparable. Por eso, el fuego del juicio, que devora a los pecadores, no tiene que venir de fuera, ni proviene de la nada, sino que el pecado suscita dentro de sí mismo el fuego de la indignación. Según eso, un ídolo es como si fuera el mismo pecado del idólatra, encarnado y expuesto ante todos a la luz del día.
La fecha de composición de esta primera profecía de Isaías (Is 1) es muy difícil de precisar. Caspari investigó de un modo cuidadoso todas las posibilidades imaginables, y adoptó al fin la conclusión de que proviene del tiempo de Ozías, pero insistiendo en que el pasaje anterior, Is 1, 7-9, no alude a un presente actual, sino meramente ideal. Pero, a pesar de toda la agudeza con la que Caspari ha desarrollado su postura, ella sigue siendo todavía muy forzada. Cuando más volvemos a leer estas palabras proféticas, más fuerte es la impresión de que Is 1, 7-9 contiene una descripción del estado de cosas que realmente existían en el tiempo en ellas fueron proclamadas.
Hubo de hecho en la tierra de Judá dos devastaciones que ocurrieron durante el ministerio de Isaías, en la que Jerusalén se salvó sólo por una milagrosa intervención de Yahvé: Una bajo Acaz, en el año de la guerra siro-efraimítica; la otra bajo Ezequiel, cuando los asirios devastaron toda la tierra, pero fueron al fin expulsados en su ataque contra Jerusalén. A favor del tiempo de la guerra siro-efraimítica estuvieron Gesenius, Rosenmüller (que expone tres opiniones diferentes en cada una de las tres ediciones de sus Scholia), Maurer, Movers, Knobel, Hävernick, y otros. A favor del tiempo de la opresión asiria estuvieron Hitzig, Umbreit, Drechsler y Luzzatto.
Pues bien, cualquiera que fuere la opinión que podamos adoptar, quedará todavía como test para su admisibilidad una difícil cuestión: ¿Cómo pudo situarse esta profecía al comienzo del libro, si ella pertenecía al tiempo de Ozías-Jotán? Esta cuestión, de la que depende la solución de la dificultad, sólo puede resolverse cuando vengamos a Is 6, 1-13 y estudiemos su origen y función en el texto conjunto del libro de Isaías. Hasta entonces debe quedar sin resolver la fecha de la composición de Is 1. Por el momento es suficiente que sepamos que, conforme a los relatos ofrecidos por los libros de los Reyes y de las Crónicas, hubo dos ocasiones en las que la situación de Jerusalén se parecía a la que se describe en este capítulo (Is 1).
II El camino del juicio. De la falsa a la verdadera gloria de Yahvé (Is 2-5)
Los limites de esta sección son obvios. El final de Is 4, 1-6 conecta con el principio de Is 2, de manera que forman un círculo. Tras varias alternancias de avisos, reproches y amenazas, el profeta alcanza al fin el objeto de la promesa con la que había comenzado. Por otra parte, Is 5 comienza de forma nueva con una parábola, y así forma una sección independiente, aunque incluida, junto a los capítulos anteriores, bajo el encabezamiento de Is 2, 1: “Palabra que Isaías, hijo de Amós, vio sobre Judá y Jerusalén”. Is 2-4 pudo haber existido bajo este encabezamiento antes de que brotara la colección, para ser introducido de esta forma en el texto final del libro, a fin de marcar la transición entre el prólogo y el cuerpo del libro.
ISAÍAS 2
Is 2, 1
`~Øil'(v'WrywI hd"ÞWhy>-l[; #Am+a'-!B, Why"ß[.v;(y> hz"ëx' rv<åa] ‘rb'D"h;
Palabra que vio Isaías hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén.
El profeta describe lo que él dice aquí sobre Judá y Jerusalén como “la palabra que él vio”. Cuando los hombres se hablan unos a otros, las palabras no son vistas, sino oídas. Pero cuando Dios habla al profeta lo hace en un sentido supra-sensible, de manera que el profeta lo ve (y no simplemente lo escucha). Sin duda, la mente no tiene ojos ni orejas; pero una mente cualificada para percibir lo suprasensible es totalmente ojos.
La manera en la que Isaías introduce el texto de esta segunda sección en Is 2, 2 (hy"åh'w>, y sucederá) carece en realidad de paralelos. No hay otro ejemplo de profecía que empiece así, y es fácil descubrir la razón de ello: Sabemos que el pretérito consecutivo del verbo (hy"åh') tiene sentido de futuro (y sucederá…) sólo por el contexto; por el contrario, se sabe que el futuro consecutivo (yhiy>w:) , con el que comienzan generalmente los libros y secciones histórica es un aoristo en su forma simple. Por otra parte, en el futuro consecutivo, la waw inicial (w) ha perdido casi enteramente su sentido copulativo. Por el contrario,