los hombres renuncien a la confianza en el hombre y en todo aquello que le pertenece,
El texto (Is 2, 22) está construido de un modo general, como una sentencia gnómica. El dativo “commodi” ~k,l' (cf. Ges. §154, 3, e) hace que la exhortación sea al mismo tiempo amistosa y urgente: “Desistid del hombre”, es decir, de su confianza en él, porque en su nariz (in cujus naso, en singular, como en Job 27:3; sin embargo, en Gen 2, 7 utiliza el plural, en el mismo sentido: in nares ejus, en sus narices) no hay más que aliento, un aliento de vida, que Dios le ha dado, y que puede tomar de nuevo, tan pronto como el quiera, de manera que el hombre se muera(Job 34:14; Sal 104, 29). Del aliento que entra y sale de su nariz, depende toda su existencia terrena; y este aliento, cuando se pierde, se va para siempre (Job 7, 7).
Sobre este aliento debe descansar por tanto toda la confianza que el hombre pone en sí mismo: ¡Débil cimiento y fundación! Bajo esas condiciones, y con esa posibilidad de perecer en un momento dado, el valor del hombre como fuente de confianza resulta realmente nulo. Este pensamiento se expresa aquí en forma de pregunta: “porque ¿de qué estima es él digno?”. El participio pasivo bv'Þx.n< combina la idea de la “estimación” actual (aestimatus) con aquella que sería necesaria (aestimandus), y también con aquella que sería posible o deseable (aestimabilis); y esto lo hace de un modo especial porque los idiomas semíticos no tienen una forma especial para las últimas nociones.
La beth de hM,b; es beth de “precio” (beth pretii), que corresponde al genitivo latino (quanti) o al ablativo (quanto). Es una modificación de una beth instrumenti, marcando el precio que se considera medio de cambio o de compra. “En cuanto se estima” (de qué estimación es digno) y no con qué se compara, pues en ese caso se utilizaría tae, como en Is 53, 12, o ~[i, como en Sal 88, 5. La pregunta introducida con este hM,îb;, quanto (quanti), “de qué, ” no puede responderse con ninguna definición de valor. Mirado en sí mismo, separado totalmente de Dios, el valor del hombre es nada, nada vale.
La proclamación del juicio hace aquí una pausa (un porisma), pero sólo a fin de retornar con más fuerza, retomando el argumento. El profeta ha anunciado en cuatro estrofas el juicio de Dios sobre toda cosa exaltada en el mundo, que haya venido a caer fuera de la comunión con Dios. Algo semejantes es lo que hace Amós, cuando comienza su libro con un despliegue de juicios, que se expresan a través de siete estrofas, con una misma finalidad, estallando como siete rayos sobre las naciones existentes en ese estadio de la historia en el entorno de Israel. El séptimo estallido cae sobre Judá, donde viene a culminar la tormenta de rayos, tras haber encontrado un abundante botín entre las naciones.
Pues bien, de igual manera, en el texto que acabamos de comentar, Isaías condensa la proclamación universal del juicio de Dios al referirse de un modo especial a Judá y Jerusalén. El curso de las reprimendas culmina y se para en los límites de esta estrofa, con la exhortación de Is 2, 22, diciendo que no confiemos en el hombre. Partiendo de ese fondo, todo lo anterior forma una transición desde la proclamación universal del juicio a la más especial de Is 3, 1, donde el profeta expone una razón nueva para la exhortación.
ISAÍAS 3
Is 3, 1
hd"êWhymiäW ‘~Øil;’v'Wrymi rysiÛme tAaªb'c. hw"åhy> !Adøa'h' hNE“hi •yKi
`~yIm")-![;v.mi lkoßw> ~x,l,ê-![;v.mi lKo… hn"+[ev.m;W ![Eßv.m;
Porque he aquí que el Señor, Yahvé de los ejércitos, quita de Jerusalén y de Judá al sustentador y los medios de sustento, todo sustento de pan y todo sustento de agua;
El nombre divino que aparece aquí (el Señor, Yahvé, de los ejércitos: tAaªb'c. hw"åhy>), con el que Isaías introduce todos los actos judiciales de Dios (cf. Is 1, 24; 10, 16.33);19, 4) es una prueba de que la proclamación del juicio comienza aquí de nuevo. Confiar en el hombre había sido el pecado sangrante de Israel, más específicamente en tiempos de Ozías-Jotán. La gloria del reino provocó en aquel tiempo, por sí misma, la ira de Dios. El despliegue de aquella ira comenzó en el tiempo de Acaz, y siguió incluso en el tiempo de Ezequiel, cuando esa ira quedó meramente suspendida, no abrogada. Isaías anuncia aquí ese estallido de ira y describe la forma en que Yahvé hará que el estado judío se deshaga en ruinas, privándole de sus medios principales de existencia y crecimiento.
Las palabras “sustentador y medio de sustento” (hn"+[ev.m;W ![Eßv.m;) empiezan expresando la idea general. Los dos nombres son simplemente las dos formas (masculina y femenina) de una misma palabra (cf. Miq 2, 5; Nah 2, 11), como puede mostrarse con ejemplos tomados del siríaco y del árabe (cf. Ewald, §172, c); de esa forma se completa la generalización: fulcra omne genus (todo tipo de sustento, omnigena). Ambos son términos técnicos que significa los apoyos que una persona utiliza para sustentar o fundamentar algo. A ellos se les puede añadir un tercer término, ![;v.mi, que significa aquello que ofrece apoyo. Pues bien, esas tres palabras corresponden de algún modo a tres palabas latinas semejantes: fulcrum, fultura, fulcimen (que derivan de la misma raíz, fulcio).
Entre los varios medios de sustento se mencionan en primer lugar el pan y el agua (~yIm")w> ~x,l,), pero no en sentido figurado sino como los dos alimentos indispensables, que forman la base sustentante de la vida humana, que se sostiene con pan y agua. Es como si se dijera que la vida se eleva sobre el cimiento del pan, de tal forma que “quitar la ración de pan” (Lev 26, 26; Ez 4, 16; 14, 13; Sal 105, 16) equivale a privar al hombre de su base alimenticia, a condenarle a muerte. La destrucción del estado judío comenzaría, según eso, cuando Yahvé fuera a privar al pueblo de todo el sustento ofrecido por el pan y por el agua (es decir, cuando se agoten las reservas de ambos alimentos).
Pues bien, esa profecía se cumplió literalmente cuando, en el tiempo de la invasión de los caldeos y de los romanos, los habitantes de Jerusalén perecieron precisamente en medio de unas hambres intensas, como aquellas que habían sido proclamadas en las maldiciones de Lev 26 y, más específicamente, en Dt 28. De un modo consecuente, en ambos casos, los habitantes fueron reducidos a tal extremo de necesidad que las mujeres devoraron a sus propios hijos (Lam 1, 20; Josefo, Guerra de los Judíos VI, 3.3.4).
Resulta por tanto improcedente que algunos críticos modernos, como Hitzig, Knobel y Meier afirmen que Is 3, 1 es una glosa y, más aún, una glosa falsa. Gesenius y Umbreit terminaron rechazando esa sospecha. La construcción de este versículo es la misma que aparece en Is 25, 6. Es costumbre de Isaías explicar sus propias imágenes, como hemos observado ya comparando Is 1, 7 e Is 1, 23 con aquello que les precedía. Por eso, “todo sustento de pan y todo sustento de agua” no debe tomarse aquí como una explanación de la idea general antes introducida (sustentador y medios de sustento), sino simplemente como el comienzo de la expansión detallada de esa idea. De esa forma, en los dos versos siguientes sigue la enumeración de los sustentos de los que Yahvé privará al pueblo.
Is 3, 2-3
`!qE)z"w> aybiÞn"w> jpeîAv hm'_x'l.mi vyaiäw> rABàGI 2 `vx;l'( !Abïn>W ~yviÞr"x] ~k;îx]w: #[e²Ayw> ~ynI+p' aWfån>W ~yViÞmix]-rf; 3
2 al valiente y al hombre de guerra, al juez y al profeta, al adivino y al anciano; 3 al capitán de cincuenta y al muy distinguido, al consejero, al artífice excelente y al experto en encantamientos.
Cuando el territorio de Judá se convirtió en un estado militarizado, bajo Ozias y Jotán, el profeta comienza nombrando en estos dos versos a los oficiales del ejército es decir a los que eran rABàGI, esto es, comandantes, cuya bravura había sido ya probada; en este contexto se cita al hombre de guerra (hm'_x'l.mi vyaiä), es decir, al soldado independiente, que había sido bien equipado y entrenado (cf. Ez 39, 20); también se cita al “capitán de cincuenta” (~yViÞmix]-rf;), que era líder de la más pequeña división del ejército, que constaba de cincuenta hombres (cf. penthko,ntarcoj, 2 Rey 1, 9 etc.).
Después se mezclan entre sí todos los miembros prominentes de la administración del Estado: el juez (jpeîAv), oficial encargado la administración de la justicia, y el anciano (!qE)z"); es decir, los jefes de familias y los senadores, nombrados por las corporaciones municipales, con el consejero (#[e²Ay);