Gen 27, 37). hy<h.Ti( (tú serás, tú has de ser…) tiene sentido de imperativo o yusivo (aunque la forma no sea de imperativo). La palabra “esta ruina” (hl'îvek.M;h;) se usa en Sof 1, 3 significando aquello que causa la caída de una persona; aquí significa “aquello que ha sido derribado”; el verbo raíz, lvk, significa no sólo caer, quedar desnudo, deslizarse, sino también queda derribado por una fuerza que viene de fuera. No se utiliza en conexión con la caída de edificios, de manera que ha sido introducido aquí en alusión a los tema que seguirán en Is 3, 8.
El hombre que aparece por encima de los demás, distinguiéndose de ellos, o que, por lo menos, parece superior a ellos, por el hecho de que puede vestirse de un modo decente (aunque sólo sea con un tipo de blusa), debería convertirse en gobernante supremo o dictador de todos (cf. !yciÞq', Jc 11, 6). De esa forma, el mismo Estado o sociedad que yace en ruinas, de manera tan miserable, debería quedar bajo la mano, es decir, bajo la dirección, protección y cuidado de alguien que sólo sobresale de los otros por su ropa (2 Rey 8, 20; Gen 41, 35; Is 16, 9).
La prótasis del texto ha comenzado en Is 3, 6 con el yK, entendido como partícula de tiempo (entonces). La apódosis empieza en Is 3, 7, con la palabra del hermano que responde a la petición anterior: “él jurará (=levantará su voz, cf. Is 24, 14) aquel día, diciendo…”. De esa forma expresa su solemne protesta: Él no quiere ser un vbeêxo, no quiere tomar ese cuidado, es decir, no desea convertirse en sanador de los brazos, huesos y costillas rotas del Estado arruinado (Is 30, 26; 1, 6; 61, 1). Él no confía lo suficiente en sí mismo, y el punto de partida del argumento de aquellos que quieren hacerle jefe es falso; no solamente no tiene en su casa una capa (recordemos que el texto supone que la conversación tiene lugar en la casa de su padre), sino que tampoco tiene pan, de forma que es imposible que un hombre desnudo y muriendo de hambre, como él, pueda hacer lo que le sugieren. Sobre yti§ybeb.W (y en mi casa), con waw de conexión causal, cf. Ges. 155, 1, c).
Is 3, 8
~n"ÜAvl.-yKi( lp'_n" hd"ÞWhywI ~Øil;êv'Wråy> ‘hl'v.k' yKiÛ
`Ad*Abk. ynEï[e tArßm.l; hw"ëhy>-la, ‘~h,ylel.[;m;(W
Porque arruinada está Jerusalén y Judá ha caído; porque la lengua de ellos y sus obras han sido contra Yahvé para desafiar la faz de su gloria.
El profeta comienza ahora a describir, en Is 3, 8-12, la profunda y trágica miseria como justa retribución por lo que han hecho los habitantes de la ciudad y del reino. Jerusalén como ciudad aparece en femenino, conforme a una personificación usual; Judá, como pueblo, se toma en masculino21. Los dos pretéritos (‘hl'v.k' y lp'_n") expresan la causa general, aquello que es el origen de las escenas de miseria que se acaban de describir. La segunda cláusula, que comienza también con “porque” (yKi(), es sustantiva y atribuye el juicio venidero no a un pecado futuro, sino a un pecado que ya existe, pues ya ha sido cometido. En la frase “en contra de Yahvé” (hw"ëhy>-la,) la partícula la, se utiliza para indicar una actitud hostil, como en Is 2, 4; Gen 4, 8; Num 32, 14; Js 10, 6.
Jerusalén, la capital, y la tierra de Judá se han alzado ambas, en palabra y obra, desafiando la faz (los ojos) de la gloria de Yavé (Ad*Abk. ynEï[e tArßm.l;). El verbo hr'm' en kal se construye frecuentemente con acusativo y significa mirar hacia alguien de manera negativa, desafiante, y ese mismo sentido tiene en hifil (tArm.l;), tratar a alguien con rebeldía. Literalmente significa situarse con rigidez en contra de alguien, con el significado de amargar, como aparece en Ex 23, 21 donde tiene un sentido de obstinación, conforme a la traducción de los LXX (con παραπικραίνειν), en la que se pone de relieve el sentido de oponerse, resistir, luchar en contra, un sentido que está en la base de la raíz de esa palabra. El lamed de tArßm.l; es una abreviación de ![;m;l., que es el término generalmente empleado en esas circunstancias (cf. Am 2, 7; Jer 7, 18; 32, 29).
Pero ¿qué es lo que el profeta ha querido decir al afirmar que ellos desearían “la faz (los ojos) de su gloria”? Knobel afirma que dAbK' se emplea aquí en el sentido de “gloria religiosa”, es decir, que ellos habrían deseado oponerse a la santidad de Dios. Pero esa suposición es muy extraña, pues el dAbK' de Dios es invariablemente el resplandor, el brillo (la doxa) de aquel que se revela como el Santo. Por otra parte, entendido el tema así, no se plantea la cuestión de fondo, no se llega al punto disputado, que consiste en saber si la gloria es algo que tienen los ojos de Dios (como algo externo a ellos), o si los mismos ojos de Dios son su gloria. La construcción se parece a la Is 52, 10, donde se habla del “brazo de su gloria”, donde gloria actúa como un atributo.
A partir de aquí se plantea la siguiente cuestión: ¿Qué quiere decir el profeta cuando habla de la gloria de los ojos (faz) y/o de los ojos gloriosos de Yahvé? Si tuviéramos que decir que los ojos de Yahvé son su conocimiento del mundo, sería imposible entender cómo esos ojos pueden ser llamados santos, y menos aún gloriosos. La explicación abstracta de que se trata de un antropomorfismo no puede sostenerse.
La cuestión ha de entenderse, más bien, como sigue: La gloria (dAbK') de Dios es aquella eterna y gloriosa morfé (μορφή) que su santa naturaleza asume, y que los hombres deben representarse antropomórficamente, porque ellos no pueden imaginar nada que sea superior a la forma humana. De esta forma elevada, Yahvé mira hacia su pueblo con ojos de gloria. Su amor que es puro, pero celoso, su santo amor que se despliega con ira contra todos los que se enfrentan con él con odio más que con amor, es un reflejo de esto.
Is 3, 9
Wdxe_ki al{å WdyGIßhi ~doïs.Ki ~t'²aJ'x;w> ~B'ê ht'n>["å ‘~h,ynEP. tr:ÛK'h;
`h['(r" ~h,l' Wlïm.g"-yKi( ~v'êp.n:l. yAaå
La apariencia de sus rostros testifica contra ellos, porque como Sodoma publican su pecado. ¡No lo disimulan! ¡Ay de sus vidas!, porque amontonaron mal para sí.
Pero los israelitas, en vez de caminar con la conciencia de estar siendo un objeto constante y favorito de esos ojos de Dios, que les amonestan de un modo mayestático y lleno de seriedad, se habían ocupado en suscitar su desconfianza, tanto en palabras como en obras, sin procurar ni siquiera esconder sus pecados por temor de esos ojos, sino más bien exponiendo esos pecados abiertamente, de la manera más desvergonzada. “La apariencia de sus rostros testifica contra ellos…”. El profeta expone así la impudicicia de aquellos que despliegan abiertamente su enemistad contra Dios, expresada en sus propios rostros, sin mostrar ni siquiera un gesto de auto-condena que lleva en otros casos a ocultar diligentemente el pecado.
De todas formas, no podemos seguir a Luzzato y Jos. Kimchi que toman hakkârath (tr:ÛK'h;) como si tuviera el mismo sentido directo de impudicicia, pues la palabra árabe equivalente (hakkârah) significa estar asombrado, mirar fijamente (cf. Job 19, 3). En esa línea ~ynIP' tr:ÛK'h; es una frase muy común, que significa mirar con seriedad, agudamente, como inquiriendo en la faz de la persona, fijando los ojos en ella. Cuando se aplica a un juez, esa expresión significa tomar parte a favor una persona, favoreciéndola injustamente (Dt 1, 17; 16, 19: ~ynI÷p' WryKi’t;-al{)). Pero esta última idea (mirar con acepción de personas: cf. Prov 24, 23; 28, 21) resulta aquí inadmisible, por la simple razón de que el pasaje se refiere a toda la nación, y no en particular a los jueces.
Esta expresión, ‘~h,ynEP. tr:ÛK'h;, la apariencia de sus rostros) ha de tomarse aquí en un sentido objetivo, con el significado que tiene τὸ εἶδος en Lc 9, 29, como la agnitio de Jerónimo: “id quo se agnoscendum dat vultus eorum” vultus eorum” (aquello por lo que su rostro se hace cognoscible). Ésta es la expresión comúnmente empleada en hebreo para lo que nosotros designamos con la palabra muy impropia de “fisiognomía”, es decir la expresión del rostro que revela el estado de la mente.
Esta expresión de su mirada testifica en contra de ellos (~B'), como en Is 59, 12, pues en ella se expresa la imagen turbada y distorsionada de su pecado, que no sólo no podía ser escondido, sino que ellos no querían esconderlo, como expresa la palabra z[o en Ecl 8, 1). Más aún, ese gesto no queda sólo en forma de rechazo abierto aunque silencioso, sino que ellos hablan abiertamente de su pecado, como indica la palabra WdyGIßhi, en su sentido más normal de palam