Franz Julius Delitzsch

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías


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“viragos”, como si fueran ellas mismas de un género mixto. A pesar de eso, ellas iban saltando mientras caminaban, llevando así un paso de niños.

      Aunque bien expertas en pecado, y viejas en años, las mujeres de Jerusalén querían mantener una apariencia juvenil de niñas. Por eso iban caminando con pasitos cortos e infantiles. Las mujeres del este islámico aún encuentran placer en ese caminar coqueto, aunque se lo prohíba el Corán, lo mismo que sucedía con las mujeres de Jerusalén en los días de Isaías. La atractiva influencia de los encantos naturales, especialmente cuando eran potenciados por un arte lujurioso, resulta muy grande, pero el profeta está ciego ante ese esplendor, y no viendo más que la corrupción que hay en su interior, pronostica para esas ricas y distinguidas mujeres un destino loco y destructor, que no es en modo alguno estético (como los adornos que se ponen).

      El soberano gobernante de todo el mundo cortará (xP;äfiw>, rapará) la corona de sus cabezas, de las que ahora fluye un largo cabello (cf. Hab 2, 15), y Yahvé descubrirá su desnudez (sus vergüenzas), para entregarlas a la violación y abuso de manos de los brutos y bárbaros enemigos; ésa es la mayor desgracia posible a los ojos de una mujer israelita que se cubre lo más cuidadosamente posible en presencia de un extranjero (Is 47, 3; Nah 3, 5; Jer 13, 22; Ez 16, 37).

      Is 3, 18-23

      `~ynI)roh]F;h;w> ~ysiÞybiV.h;w> ~ysi²k'[]h' tr<a,óp.Ti taeä yn"©doa] rysiäy" aWhøh; ~AY“B; 18 `tAl)['r>h")w> tArßyVeh;w> tApïyjiN>h; 19 `~yvi(x'L.h;w> vp,N<ßh; yTeîb'W ~yrIêVuQih;w> ‘tAd['C.h;w> ~yrIÜaeP.h; 20 `@a")h' ymeîz>nIw> tA[ßB'J;h; 21 `~yji(yrIx]h'w> tAxßP'j.Mih;w> tApêj'[]M;äh;w> ‘tAcl'x]M;(h; 22 `~ydI(ydIr>h'w> tApßynIC.h;w> ~ynIëydIS.h;w> ‘~ynIyOl.GIh;w> 23

       18 Aquel día quitará el Señor el adorno del calzado, las redecillas de la cabeza, las lunetas, 19 los aros de las orejas, las cadenillas y los velos, 20 las diademas, los adornos de las piernas, los ceñidores del pelo, los pomitos de olor y los amuletos, 21 los anillos y los joyeles de las narices, 22 las ropas de gala, los mantoncillos, los velos, las bolsas, 23 los espejos, el lino fino, los turbantes y los tocados.

      El profeta describe aún con más detalle la forma en que el Señor quitará a las mujeres todos sus adornos, como en un saqueo. La explicación más completa de todos los objetos de adorno de la mujer se encuentra en la obra de N. W. Schröder, Commentarius de vestitu mulierum Hebraearum ad Jes. Is 3:16-24, I-IV. Ludg. Batav 1745 y en la de Ant. Theod. Hartmann, que consta de tres volúmenes “en octavo”, titulados, Die Hebräerin am Putztische und als Braut (Las judías ante sus adornos y como novias, 1809-10), a la que podemos añadir la de L. Saalschütz, Archaeologie der Hebräer, Königsberg 1855, cap. III, donde trata de los adornos de los hombres y de las mujeres.

      No era costumbre de Isaías detenerse en esos detalles tan particulares. Entre todos los profetas, el más inclinado a esos temas era Ezequiel, como veremos, por ejemplo, en Ez 16. Incluso en otras profecías contra las mujeres no encontramos nada de este tipo (Is 32, 9; Am 4, 1). Pero en ese caso la numeración de los ornamentos femeninos está conectada con los asuntos sociales (de de la vida del Estado) en Is 3, 1-3, y con el tema de los exaltados y orgullosos en Is 2, 13-16, para formar de esa manera una trilogía. El tema se explica de un modo especial por aquel afán ilimitado por los adornos que se había convertido en tema prevalente en los tiempos de Ozías y Jotán.

      El profeta quiso suscitar una impresión burlesca, y al mismo tiempo muy seria, sobre el inmenso lujo y lujuria que existía realmente entre las mujeres ricas. De esa manera, en este discurso profético, él vino a poner de relieve ante todo el duro contraste que había entre el deseo de una gloria mundana, tiránica y masiva, en todas sus formas, y la verdadera gloria espiritual, majestuosamente simple, cuya realidad se manifiesta desde dentro. De hecho, el tema de todo este discurso se centra en el juicio universal que lleva desde la falsa gloria a la verdadera.

      La idea general de tr<a,óp.Ti, es decir, del adorno como gloria externa, que está a la cabeza de toda esta sección, y que la incluye en su conjunto, sirve para mostrar el sentido de un tipo de tr<a,óp.Ti totalmente distinta de la que se trata en el texto siguiente (Is 4, 2). Al explicar cada palabra en particular nos limitaremos a presentar lo más importante, aquello que comparativamente es más seguro:

      ‒Adornos del calzado (~ysi²k'[]) eran aros de oro, plata o marfil, que se colocaban alrededor de los tobillos; por eso, en Is 3, 16 se dice que las mujeres hn"s.K;([;T., es decir, hacen un sonido campanilleante con los pies.

      ‒Redecillas o diademas (~ysiÞybiV.) eran bandas de oro o de plata, colocadas bajo la red del cabello, alcanzando de una oreja hasta la otra. A pesar de ello, puede aceptarse de algún modo la explicación adoptada comúnmente, desde el tiempo de Schröder (en el libro antes citado, del 1745), diciendo que eran una especie de baloncitos, como imitaciones del sol (~ysiÞymiV.), que se ponían como adornos alrededor del cuello.

      ‒Las lunetas (~ynI)roh]F;) eran pequeños pendientes con forma de lunas en cuarto creciente, colocadas alrededor del cuello y pendiendo sobre el pecho (en Jc 8, 21 aparecen como ornamentos colgante en torno al cuello de los camellos). Estos ornamentos los llevan todavía algunas muchachas árabes, que suelen llevar varios tipos de lunetas, especialmente en forma de luna nueva, como símbolo de buena fortuna creciente, que se emplea como el medio de encantamiento más frecuente contra el mal de ojo.

      ‒Anillos o aros de las orejas (tApïyjiN>h;). Aparecen en Jc 8, 26, como ornamento de los reyes madianitas. Esa palabra esta vinculada con la que se emplea en árabe para los aros de las orejas. Cadenillas o brazaletes (tArßyVe) de hr've, doblar, retorcer. Conforme al tárgum era cadenillas que rodeaban la muñeca, como los aros en torno a los tobillos. tAl)['r>, de hl'['r>, , que significa colgar, eran los velos preciosos, más caros que los que llevaban ordinariamente las muchachas.

      ‒También se citan las diademas, ~yrIÜaeP., que en todos los restantes textos de la Biblia aparecen sólo como adornos de varones, propios de los sacerdotes, los novios, o personas de alto rango. Aquí se aplican también a las mujeres.

      ‒Adornos de las piernas, tAd['C. (de hd'['c., paso). son las cadenas que se ponían para dar pasos más cortos y elegantes. ~yrIêVuQi, son los ceñidores del pelo, de rVQ, ceñir, pueden emplearse para recogerel pelo, pero también como ceñidores de los pechos o fajas para la cintura, siendo utilizadas en especial por las novias (cf. Jer 2, 32 con Is 49, 18).

      ‒vp,N<ßh; yTeîb', son los pomitos o casitas con perfume de (vp,N<ßh;), que se utilizan para llevar aromas, para ser utilizados en el momento apropiado.

      ‒~yvi(x'L., de vxL, son amuletos para los encantamientos, gemas o trozos de metal con una inscripción, que se llevaban como protección y también como ornamento.

      ‒tA[ßB'J; son los anillos de los dedos, que se utilizan para imprimir o sellar, como signo de autoridad. Corresponden a los que llevan los hombres, suspendidos por una cadena o lazo, sobre el pecho.

      ‒@a")h' ymeîz>nI, son anillos para las narices, engarzados en la división o lóbulo central de la misma nariz, colgando sobre la boca; ellos han sido un ornamento de uso común en el oriente desde el tiempo de los patriarcas (Gen 24, 22) hasta la actualidad.

      ‒tAcl'x]M;(, vestidos de gala, son ropas que no se utilizan normalmente (a diario), sino sólo en algunas ocasiones, y que se quitan cuando se está en casa.

      ‒tApêj'[]M;ä, pequeños mantones, son como una segunda túnica que se pone sobre la más ordinaria, como la estola romana.

      ‒tAxßP'j.Mi, de PjM, extender, son un tipo de velos o vestidos amplios, para embozarse o velarse, como los empleados por Rut cuando fue donde Boaz con su mejor atuendo (Rut 3, 15).

      ‒~yji(yrIx] son bolsos para guardar monedas (2 Rey 5, 23) como los que llevaban ordinariamente los hombres en la faja o el una cartera más grande.

      ‒‘~ynIyOl.GIh; puede ser un tipo de espejos de mano, pues la palabra evoca algo que es transparente. Pero los LXX