que sigue en Is 4, 6, puede fácilmente suplirse en el pensamiento. La única cuestión es si dAbßK'-lK' significa “toda clase de gloria” o si, significa (como en Sal 39, 6; 45, 14) “pura gloria, toda la gloria” (cf. Hofmann, Studien und Kritiken 1847, pp. 936-38). El pensamiento de que Jerusalén será entonces plenamente gloriosa, como si sus habitantes fueran plenamente santos, de manera que esa “cobertura” de gloria de Dios hará que todo en ella resplandezca de claridad, tiene argumentos a su favor. De todas formas, preferimos nuestra traducción, pues está más de acuerdo con el carácter sustantivo de la cláusula, indicando que la Gloria de Dios se extenderá como un dosel sobre todo Jerusalén.
La gloria que entonces poseerá Sión no está expuesta ya a más destrucciones. Yahvé hará que ella sea cognoscible a través de signos de su presencia gratuita. De ahora en adelante no habrá en Sión nada que no sea glorioso, nada sobre lo cual no se encuentre entendido un dosel, en la manera descrita, iluminando, protegiendo, defendiendo y adornando a su pueblo.
Is 4, 6
`rj")M'miW ~r,Z<ßmi rATês.mil.W ‘hs,x.m;l.W br<xo+me ~m'ÞAy-lcel. hy<ïh.Ti hK'²suw>
y habrá un resguardo de sombra contra el calor del día, y un refugio y escondedero contra la tempestad y el aguacero.
De esa manera, Sion será un lugar de refugio seguro contra todas las adversidades y desastres. El sujeto de “habrá” no es la “nube” de la que hablaba el verso anterior, porque !n"Ü[' (nube) es masculino y el verbo hy<ïh.Ti es femenino, y no puede decirse tampoco que la hP'(xu o dosel será la hK'²su (resguardo) del que aquí se habla. Son posibles dos traducciones: (a) O el verbo mismo contiene en sí al sujeto, y el texto debe traducirse: “Habrá un resguardo…” (con hy<ïh.Ti en sentido pregnante, como en Is 15, 6; 23, 13). (b) O Sión debe entenderse como sujeto (cf. Is 4, 5), de manera que Sión o Jerusalén será el resguardo, es decir (como indica la cláusula paralela), lugar de seguridad y escondrijo (rATês.mi). Según eso, “habrá un resguardo y escondedero” significa que la misma Sión será esa resguardo y lugar de seguridad para los israelitas.
Jerusalén será lugar de refugio en todas las ocasiones, de día o de noche, en medio del calor, de la tormenta o de la lluvia, temas que se mencionan como ejemplo de los peligros más diversos. Pero es un hecho extraño el que la lluvia, que es una bendición muy deseada en tiempo de sequía o de calor ardiente aparezca aquí citada como peligro para los israelitas. En el tiempo actual, cuando la lluvia cae sobre Jerusalén toda la ciudad danza de alegría. Sin embargo, en sí misma, la lluvia que cae de las nubes no es siempre paradisíaca, y sus efectos son con cierta frecuencia destructivos. Conforme a las tradiciones del Génesis, la lluvia torrencial del cielo sustituyó al rocío por vez primera en el tiempo del diluvio, en el que ella había caído de una forma continua y destructiva. La ciudad de Jerusalén de los tiempos tiempo será el paraíso restaurado, y ya no estará expuesta a los cambios destructivos del tiempo.
En esta predicción, el cierre del discurso profético está vinculado el comienzo. Esta montaña de Sión, cubierta con una nube de humo de día y con una señal de fuego ardiente por la noche, es la misma montaña de la casa de Yahvé, que debe ser exaltada sobre todas las montañas, a la que harán su peregrinación todas las naciones. Pues bien, esta Jerusalén, tan santa por dentro y tal gloriosa por fuera, no es otra que el lugar desde el cual la palabra de Yahvé debería abrirse a todo el mundo. Pero ¿de qué Jerusalén se trata aquí?
Ésta es la Jerusalén del tiempo de la gloria final que el pueblo de Dios espera en esta vida, tal como esta descrita en Ap 11, porque, en contra de todo lo que pueda decir un anti-quiliasmo de tipo espiritualista y racionalista, las palabras proféticas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento nos llevan a esperar un tiempo tal de gloria en esta misma vida. ¿O se trata más bien de la Jerusalén del nuevo cielo y de la nueva tierra descrita en Ap 20, 1‒15 y 21-22? La verdadera respuesta es que nuestra ciudad es las dos ciudades en una.
La intención real del profeta era describir la santa ciudad en su estado final e imperecedero después del último juicio. Pero en esta visión aparecían vinculados ambos estadios: El que viene después de este mundo y el que está al fin de este mundo, de tal forma que la Jerusalén glorificada de la tierra y la Jerusalén glorificada del cielo aparecen fundidas en una misma figura. El rasgo distintivo del Antiguo Testamento ha consistido en unir la escena conclusiva propia de este lado del mundo y el estado eterno más allá de este mundo, como una línea continua, que comienza en este mismo mundo.
Sólo el Nuevo Testamento comenzó a trazar la línea que divide el tiempo de la eternidad. Ciertamente, los últimos capítulos del Apocalipsis muestran que también las profecías del Antiguo Testamento continúan presentándose con rasgos que se toman de figuras de este tiempo del mundo. Sin embargo, hay una diferencia: Una vez que se ha trazado la línea de separación, de la cual no había conciencia en el Antiguo Testamento, se descubre que las figuras tomadas de este mundo han de ser entendidas como abiertas (referidas) a la vida del más allá, de manera que las realidades eternas pueden y deben ser separadas de sus formas temporales. Pero eso sólo aparecerá claramente en el Nuevo Testamento.
III Juicio de devastación sobre la Viña de Yahvé Discurso final del primer ciclo de profecías (Is 5)
La profecía anterior ha ido recorriendo todas las diferentes fases de la exhortación profética, hasta la conclusión de Is 4, 1-6. Su idea directriz, es decir, la superación de la falsa gloria de Israel y el establecimiento de la gloria verdadera, a través del intermedio del juicio, ha sido desarrollada de tal forma que Is 5 no puede interpretarse ya como una continuación ni como un apéndice del discurso anterior.
Sin duda, hay muchos puntos en los que el cap. 5 retoma aspectos de Is 2-4. La parábola de la viña de Is 5, 1-7 va como creciendo a partir de Is 3, 14, y en 5, 15 encontramos una repetición del estribillo de Is 2, 9 (de manera parecida a la de 2, 17). Pero estos y otros puntos de contacto de Is 5 con Is 2-4, indicando cierta semejanza en algunos rasgos, no van en modo alguno en contra de la independencia de Is 5. Las circunstancias histórica de los dos textos son las mismas, y el abanico de pensamientos que influye en su fundo está bien relacionado en ambos casos; de todas maneras, la idea directriz desarrollada en cap. 5 es totalmente distinta.
La base de esta nueva unidad es una parábola representando a Israel como una viña de Yahvé que, en contra de toda expectación, ha producido mal fruto y que, en consecuencia, ha sido entregada a la devastación. Qué tipo de mal fruto ha producido esa viña se describe a través de un “ay” seis veces repetido; y qué tipo de devastación ha de seguir se indica en la oscura y fuerte conclusión a todo este discurso, en el que no hallamos promesa ninguna.
ISAÍAS 5
Is 5, 1-2
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1Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en un fértil altozano. 2 La había cavado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre y había excavado también en ella un lagar; y esperaba que diera uvas buenas, pero dio uvas silvestres.
El profeta comenzó su primer discurso en cap. 1, presentándose como un nuevo Moisés; el segundo discurso, que cubría un espacio no menor (desde Is 2), se abría con el texto de una profecía anterior; y ahora comienza este tercero, de forma que el profeta actúa como un músico, dirigiéndose a sí mismo y a sus oyentes con palabras seductoras: “Ahora cantaré…”. Resulta imposible reproducir el ritmo fugitivo, la eufonía musical y las asonancias encantadora de esta llamada, pues son totalmente inimitables.
El lamed tres veces repetido en forma de yli( es un lamed de objeto. La persona a la que se refiere el canto, a la que se aplica y de la que trata, es el amado del mismo cantor. Éste es un canto de su amado más querido, no de un primo, patruelis, como traduce Lutero imitando a la Vulgata,