Franz Julius Delitzsch

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías


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Es un canto del mismo amado, no un canto escrito sobre él, o atribuido a él, sino un poema que él mismo ha cantado y que aún tiene que cantar. Para comenzar de esta manera, el profeta ha de hallarse rodeado (sea en espíritu, sea en la realidad externa) por una multitud de pueblo, de Jerusalén y de Judá. El canto es corto, y se extiende de Is 5, 1 y 5, 2.

      La viña estaba situado sobre un !r<q<, es decir sobre una altura de montaña en forma de cuerno, abierta por lo tanto al sol en todas sus partes. Porque, como dice Virgilio en sus Geórgicas: “apertos Bacchus amat colles” (Apolo ama las colinas abiertas). Este cuerno de montaña era !m,v'(-!B,, es decir, “hijo de gordura”, en el sentido de “lleno de abundancia”, pues la riqueza le era innata, le pertenecía por naturaleza. Esa palabra (!m,v,) se emplea aquí, lo mismo que en Is 28, 1, para indicar fertilidad. Se trataba pues de un terreno, de tierra nutricia.

      El dueño de la viña no ahorró atención ni cuidado. No pudo emplear el arado, porque la tierra era pendiente, por eso él la cavó, es decir, revolvió la tierra y la elevó, hasta convertirla en una tierra de viñedo, con una azada de cavar (qz[); y como la encontró llena de piedras, tuvo que expulsarlas, arrojarlas fuera (WhleªQ.s;y>w:), de lqs, un piel privativo: lapidibus purgare, es decir operam consumere in lapides, scilicet ejiciendos, expurgar la tierra de piedras: Ges. §52, 2). Después que el suelo había sido preparado plantó en él (con qrEêfo) la mejor clase de viñas del oriente, que producían pequeñas uvas de color rojo azulado con pepitas apenas perceptibles. Éste es un nombre de color, como puede verse comparando esa palabra con “zerka”, que es vino rojo en árabe.

      Para proteger y adornar la viña que había sido plantada de esa manera, de forma tan cuidadosa y rica, él edificó una torre en medio de ella. La expresión “y también” (~g:w>) pone un énfasis especial en el hecho de que el amante excavó un lagar (bq,y<ß), es decir, un recipiente cerrado en el que se reúne el zumo exprimido de las uvas (un lacus) distinguiéndolo así del torcular o prensa de uvas. Y para que el lagar fuera más fijo y duradero lo excavó (bceäx') en la zona rocosa de la viña. Ésta era una tarea difícil, como lo indica la expresión citada (~g:w>), y también, Por esa razón, es claro que él podía poner gran esperanza en el fruto de su trabajo.

      ¡Pero quedó muy decepcionado! La viña no produjo aquel tipo de fruto que podía esperarse de una plantación de uvas qrEêfo, ni los buenos racimos (~ybiÞn"[]) que debía producir una viña bien cultivada, sino sólo ~yvi(auB., agrazones, que son uvas salvajes. Lutero tradujo al principio esa palabra por “uvas salvajes” y después la cambió, poniendo uvas duras o amargas. Pero el sentido es el mismo. La diferencia entre un vino salvaje y un vino bueno es sólo cualitativa. La vitis vinifera, como todas las plantas cultivadas, necesita el cuidado del hombre, bajo el cual mejora; por el contrario, en estado salvaje no produce aquello que el agricultor pretende (cf. Ges. §622).

      En consecuencia, la palabra ~yvi(auB., de vaB, ser malo u oler mal, evoca no sólo unas uvas de vino salvaje, que son naturalmente pequeñas y agrias (es decir, lambruches, del tipo lambrusco, una expresión que se utiliza ahora como nombre botánico de un tipo de vino), sino también uvas de buena raza, pero que se han estropeado o no han librado madurar. Estas son las uvas (los racimos) que la viña produjo; son uvas podían haberse esperado en una viña salvaje, pero no un una viña cuidadosamente cultivada con la mejor clase de uvas.

      Is 5, 3-4

      `ymi(r>K; !ybeîW ynIßyBe an"¨-Wjp.vi hd"_Why> vyaiäw> ~Øil;Þv'Wry> bveîAy hT'²[;w> 3 ytiyWE±qi [:WDôm; AB+ ytiyfiÞ[' al{ïw> ymiêr>k;l. ‘dA[ tAfï[]L;-hm; 4 `~yvi(auB. f[;Y:ïw: ~ybiÞn"[] tAfï[]l;

       3 Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad entre mí y mi viña. 4 ¿Qué más podía haberse hecho a mi viña, que yo no hubiera hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diera uvas buenas, ha dado uvas silvestres?

      El canto del amado, que recibió una decepción tan grande, ha terminado en lo anterior. Lo ha recitado el profeta, no el mismo amado; pero dado que ambos eran de un solo corazón y de una sola alma, el profeta sigue preguntando: “ahora, pues ¿qué hará…?”. El hecho de que el profeta hable ahora como si él mismo fuera el amado, muestra claramente quién ha de ser el que habla a través de este poema. El amado (dydIy") y el amante (dAD) del profeta era Yahvé, con quien él estaba muy unido por una unión mística más alta que todo el amor terreno; de esa forma, como el Ángel de Yahvé en las historias antiguas, él podía hablar como si fuera el mismo Yahvé (cf. Zac 2, 12-13), sabiendo que en el fondo es el mismo Yahvé quien habla.

      Para quien tenga algún tipo de intuición espiritual quedará claro, por tanto, el sentido y objeto parabólico del canto. Los mismos habitantes de Jerusalén y los hombres de Judá (bveîAy y vyaiä se emplean aquí en sentido colectivo, como en Is 8, 14; 22, 21; cf. Is 20, 6) no estaban tan embrutecidos por el pecado que no pudieran percibir aquello que el profeta intentaba decir. A ellos les tocaba responder, decidiendo dónde residía la culpa de esa conducta antinatural ‒ es decir, dónde estaba la contradicción entre la forma de actuar de la viña del pueblo y la forma de actuar del Señor, la razón de que la viña produjera agrazones en vez de las buenas uvas esperadas.

      Sobre la expresión “qué más podía haberse hecho…”, quid faciendum est, dA[ tAfï[]L;-hm;, cf comentario a Hab 1, 17 (Ges. § 132, nota 1). En vez de el término hml tenemos aquí la palabra más apropia [:WDôm;, que se utiliza al referirse a la causa “actual” (causa efficiens), mientras que hml, se emplea más para referirse al objeto (causa finalis). Nuestro pasaje se parece al texto paralelo de la segunda parte del libro (Is 50, 2) no sólo en el uso de esta palabra concreta, sino también en el hecho de que allí, lo mismo que aquí, ella se refiera a dos cláusulas, y más en especial a la última de las dos. En ambos casos encontramos la misma construcción paratáctica, en conexión con otras conjunciones (cf. Is 12, 1; 65, 12). En ambos casos los oyentes tienen que decidir y responder a lo anterior y a lo posterior. Pero aquí parece que ellos se mantienen en silencio, porque ven con claridad que deberían condenarse a sí mismos (como David se condenó al escuchar la parábola de Natán, en 2 Sam 12, 5, y responder a ella). Por tanto, el Señor de la viña comenzará a hablar. El, que es el acusador, comenzará ahora a ser también su juez.

      Is 5, 5

      rsEÜh' ymi_r>k;l. hf,[o ynIïa]-rv,a] tae² ~k,êt.a, aN"å-h['ydI(Aa ‘hT'[;w>

      `sm'(r>mil. hy"ïh'w> AràdEG> #roïP' r[eêb'l. hy"åh'w> ‘AtK'Wfm.

       Os mostraré, pues, ahora lo que haré yo a mi viña: Le quitaré su vallado y será consumida; derribaré su cerca y será pisoteada.

      Antes del comienzo de este versículo (con hT'[;w>) podemos imaginar una pausa en el poema, como en Is 3, 14. El Señor de la viña rompe el silencio de los que escuchan, lo que indican su conciencia de pecado, de forma que ahora deben escuchar lo que él ha de hacer ya con su viña (ymi_r>k;l. con lamed, como por ejemplo en Dt 11, 6). Lo que yo hare (hf,Þ[o ynIïa]-rv,a]), con futuro actuante: lo que he de hacer, facturus sum (Ges. §134, 2, b).

      El infinitivo absoluto que sigue expresa lo que él ha de hacer, en sentido explicativo, como en Is 20, 2; 58, 6-7. En casos como éstos, el infinitivo actúa como objeto (en otros casos como sujeto, pero siempre de un modo abrupto: Ges. §131, 1). “Le quitará su vallado (K'Wfm.), es decir, el seto verde de espinas (cf. Prov 15, 19; Os 2, 8) que rodeaba a la viña, y “derribaré su cerca” (ràdEG>), es decir, el muro bajo de piedra (Num 22, 24; Prov 24, 31), que había sido rodeado con el seto de espinas para lograr una defensa más eficaz y para proteger mejor el mismo muro, de manera que ella (la cerca) no pudiera ser derriba. De esa forma, sin seto ni muro, la viña será consumida (la comerán los animales), hasta convertirla en un lugar pisoteado (LXX: καταπάτημα), camino y campo de reunión de hombres y animales.

      Is 5, 6

      l[;Ûw> tyIv"+w" rymiÞv' hl'î['w> rdEê['yE al{åw> ‘rmeZ"yI al{Ü ht'ªb' Whteäyvia]w:

      `rj")m' wyl'Þ[' ryjiîm.h;me hW<ëc;a] ‘~ybi['h,