Franz Julius Delitzsch

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías


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conforme a su rango y condición, sin tener en cuenta su valor moral (Is 3, 1-3. 10-11; cf. Is 32, 5). Pues bien, ahora el nombre vAdßq', santo será el principal timbre de honor, y se le concederá a cada individuo, en la medida en que la llamada nacional dirigida a Israel se realizará en cada una de las personas (Ex 19, 6 etc.).

      De un modo consecuente, la expresión rm,a'äyE, será llamado, no es sin más equivalente a “vivirá”, pero presupone que los llamados han de vivir, como en Is 1, 26; 61, 6; 62, 4. El término vAdßq', santo, significa alguien que ha sido sacado del mundo, o separado de él. La iglesia de los santos, que ahora habita en Jerusalén, consta de aquellos que han sido liberados de la destrucción, y su santidad es el resultado de haberse purificado. En esa línea, el término ‘rt'ANh; (el que quede, el que sea dejado) puede intercambiarse con ra"åv.NIh;. Ese último término, como S. Papenheim ha indicado en su trabajo sobre los sinónimos hebreos (Hebräische Synonime 1863), incluye la idea de intención (alude a alguien que ha sido dejado expresamente). El primer término (rt'ANh;) pone de relieve que “permanece” (sin insistir en la idea de “resto”).

      El carácter de este “resto de gracia”, y el número de miembros del que consta, apararen contenidos en la aposición de Is 4, 3, que indica no sólo el número material de aquellos que han entrado de nuevo a vivir en Jerusalén, es decir, la población indicada en el registro de la ciudad (Hofmann); porque esa palabra con lamed introductoria (cf. ~yYIßx;l; bWtïK'h;) no significa sólo entrar como una simple cosa sino (como indica el mismo verbo con acusativo en Jer 22, 30) “entrar con cierto propósito”.

      Esta expresión (~yYIßx;l;) se puede tomar como un nombre (es decir “para la vida”: Dan 12, 2) o como un adjetivo (“entre los vivos”, un sentido que es muy posible, cf. Sal 69, 29; 1 Sam 25, 29). En uno u otro caso está implicada la noción de predestinación, y se supone la existencia de un libro divino “de la vida” (cf. Ex 32, 32-33; Dan 12, 1; Sal 139, 16). Aquí se ofrece la referencia a personas que forman parte del de Dios, a causa de la buena semilla de fe que persiste en ellos, y de esa forma se alude a personas que participarán de la vida de la nueva Jerusalén, y que por lo tanto serán liberadas en la gran criba del juicio conforme a este propósito de gracia. Porque sólo a través del despliegue del juicio podrá surgir de hecho tal comunidad santa de fe, tal como está descrita en la prótasis que viene luego, como en al 63, 6-7.

      Is 4, 4

      ~Øil;Þv'Wry> ymeîD>-ta,w> !AYëci-tAnB. ta;äco tae… yn"©doa] #x;är" ~aiä

      `r[E)B' x:Wrïb.W jP'Þv.mi x:WrïB. HB'_r>Qimi x:ydIäy"

       cuando el Señor lave la inmundicia de las hijas de Sión y purgue a Jerusalén de la sangre derramada en medio de ella, con espíritu de juicio y con espíritu de devastación.

      El término ~aiä, cuando viene seguido por un pretérito (equivalente a un futuro, exactamente como en Is 24, 13; Ges. §126, 5), introduce las circunstancias cuya aparición previa será la condición para que se cumpla todo el resto. La fuerza del futuro x:ydIäy", y purgue (=purgará), está regulada por el pretérito #x;är", lave, como en Is 10, 12. La doble purificación (lavar, purgar) responde a las dos escenas de juicio descritas ya en cap. 3. La inmundicia de las hijas de Sión es la polución o suciedad moral escondida bajo su fina y vana coquetería; y los asesinos de Jerusalén evocan los asesinatos judiciales cometidos por los gobernantes de Jerusalén sobre los pobres e inocentes.

      El Juez soberano lava y purga la inmundicia y los restos de sangre (cf. 2 Cron 4, 6), haciendo que su Espíritu o aliento queme (y purgue) del todo a los habitantes de Jerusalén, tanto hombres como mujeres. Este aliento es llamado “espíritu del juicio” porque castiga el mal; y “espíritu de la devastación” porque destruye o expulsa ese mal. La palabra r[E)B', devastación, ha de explicarse aquí como en Dt 13, 6 y en otros pasajes como Is 19, 13; 21, 9.

      La traducción ofrecida por los LXX y la Vulgata (aliento que quema: spiritus ardoris) se funda en el sentido radical del verbo, que significa literalmente “quemar” y, en consecuencia, expulsar o destruir (cf. Com de Job, a Job 31, 12). Sin embargo, el sentido “quemar”, en conexión con el juicio, es bastante parecido al de purgar/purificar, pues toda manifestación del juicio divino es una revelación de fuego (que purifica y/o destruye), pero no todo juicio está conectado con aquello que aquí se implica aquí, es decir, con el objetivo salvador de expulsar, de aventar. En ambos casos, el aliento o espíritu aparece como Espíritu de Dios que penetra en todo el mundo, no solo engendrando y sosteniendo la vida, sino también destruyéndola y cribándola (Is 30, 27-28), como sucede en nuestro caso, en el que se prepara la gloria imperecedera, descrita ya en Is 3, 5.

      Is 4, 5

      ‘~m'Ay Ÿ!n"Ü[' h'a,r"q.mi-l[;w> !AY÷ci-rh; !Ak’m.-lK' •l[; hw"³hy> ar"äb'W

      `hP'(xu dAbßK'-lK'-l[; yKiî hl'y>l"+ hb'Þh'l, vaeî Hg:nO°w> !v'ê['w>

       Y creará Yahvé sobre todo lugar del monte Sión y sobre sus asambleas festivas, una nube por el día, y una nube de humo y resplandor de llama de fuego por la noche. Y por encima, toda la Gloria, como un dosel;

      Yahvé guió y protegió a los israelitas cuando fueron redimidos de Egipto con una nube de humo por el día y una de fuego por la noche, que a veces avanzaba delante de ellos como una columna, o que otras veces flotaba por encima como una cubierta (Núm 14, 14 etc.), perpetuando así su presencia sobre el Sinaí (Ex 19, 9.16). Pues bien, de un modo semejante, Jahvé protegerá a Israel en el tiempo de la redención final, cuando ya no se necesite la columna de nube, pues habrá terminado el tiempo de su marcha por el desierto, pero seguirá habiendo una nube distinta, especial, como presencia y vida, cubriendo al pueblo, pues Dios creará ese tipo de cubierta, como indica de un modo muy preciso el pretérito consecutivo (y creará: ar"äb'W).

      El verbo ar"äb' indica siempre una producción divina y milagrosa, que tiene su comienzo en el tiempo, porque incluso lo natural es también sobrenatural en su primera institución divina. De todas formas, en nuestro caso nos hallamos ante una manifestación nueva de la presencia gratuita de Dios, que se eleva sobre el curso presente de la naturaleza. Esta manifestación se expresará de día en una “nube” de humo (como signo de fuego), y así lo afirma expresamente el texto; no se trata pues de una nube de agua (como las que de ordinario cubren el cielo), sino de una nube que es oscura de día, y que de noche se expresa no como un simple resplandor, como sucede al atardecer, sino como un resplandor vivo y fuerte de llama de fuego (cf. hb'Þh'l,), como indican claramente la palabras.

      Según eso, la finalidad de la nube no será sólo el dar sombra, sino el de servir de defensa en contra de las influencias hostiles. Eso significa que el fuego no se limitará a dar luz, sino que mantendrá alejados a los poderes hostiles, a través de su llama y resplandor26. Pero, sobre todo, la llama y el fuego aparecen como signos de la cercanía de Dios y de su ayuda. En los tiempos más gloriosos del templo, una nube de humo de este tipo llenaba el Santo de los Santos, y sólo en una ocasión (es decir, en la dedicación del templo de Salomón) llenó todo el edificio (1 Rey 8, 10). Pero ahora, la nube, cuyo humo se convertirá por la noche en una llama de fuego se extenderá sobre todo el lugar (!Ak’m. es una forma poética de ~Ak’m.) del Monte Sión y sobre la asamblea festiva allí reunida. Ese lugar será santo no sólo por ser habitación o morada de Yahvé, sino también por ser el lugar de reunión de la comunidad de los santos. La palabras “sus asambleas” (h'a,r"q.mi) vuelve a referirse a Sión, en forma de plural defectivo.

      La fórmula explicativa (hP'(xu dAbßK'-lK'-l[; yKiî, y sobre todo la Gloria, como un dosel) puede interpretarse de diversas formas. El Dr. Shegg y otros la entienden en un sentido general: “porque defensa y cubierta vendrán sobre todo lo que es glorioso”. Pues bien, aunque esta interpretación no está totalmente desprovista de sentido, debemos recordar que hP'(xu es el nombre que los judíos dan aún al dosel (canopio, baldaquín) de las bodas, sostenido por cuatro postes o varas y llevado por cuatro niños, bajo el que novio y novia reciben la bendición nupcial; este es el sentido que, incluso en Sal 19, 2 y en Joel 2, 16, parece más apropiado que el ordinario de “tálamo”. Pues bien, según eso, la nube será como el dosel de un tálamo nupcial