Franz Julius Delitzsch

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías


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       14 Yahvé vendrá a juicio contra los ancianos de su pueblo y contra sus gobernantes. Y vosotros habéis devorado la viña y el despojo del pobre está en vuestras casas. 15 ¿Qué hay de vosotros que trituráis a mi pueblo y moléis las caras de los pobres? dice el Señor, Yahvé de los ejércitos.

      Las palabras de Dios comienzan con un “y vosotros” (‘~T,a;w): et vos = at vos. Empieza así una sentencia que aparece como antítesis de una frase previa que no se dice expresamente, lo mismo que en Sal 2, 6, donde las palabras de Dios comienzan con un “y yo” (ynIa]w:â, et ego = at ego). La sentencia tácita puede suplirse fácilmente: “Yo os he puesto sobre mi viña, pero vosotros la habéis consumido”. La única cuestión que puede plantearse es si esa sentencia previa ha sido suprimida por el mismo Yahvé o más bien por el profeta. Es más probable que lo haya hecho el mismo Yahvé.

      La majestad con la que él ha aparecido ante los gobernantes de su pueblo, incluso sin palabras, es una prueba práctica e irrechazable de que la majestad de esos gobernantes era sólo una sombra de la suya, y de que era él quien les había confiado su oficio. Pues bien, ese oficio consistía de hecho en el cuidado de aqullos que Dios les había confiado. La viña de Yahvé era su pueblo, una figura evidente que el profeta retoma en cap. 5 en forma de parábola. Yahvé les ha nombrado guardianes y custodios de su viña, pero ellos han venido a convertirse en la verdaderas bestias, de las que debían haber protegido la viña.

      La palabra r[B se aplica a las bestias que devoran completamente las espigas de trigo o los racimos de una viña (Ex 22, 4). Este cambio era perfectamente obvio. Las posesiones de sus infelices paisanos a quienes ellos habían robado permanecían todavía en sus casas, como prueba tangible de que ellos habían devastado la viña. En este contexto aparece el hombre sufriente (ynIß['h,(, el depressus, el aplastado), que está relacionado con ~r<K,êh;, la viña, porque la opresión y miseria de los pobres era el destino normal que sufría la congregación de Israel a la que Dios había llamado su viña (una viña oprimida, sufriente).

      Israel era una ecclesia pressa, una congregación oprimida, pero ¡ay de los opresores! En la pregunta que les dirige Dios (“qué pensáis vosotros”, “qué es de vosotros”: ~k,L'm;À está implícita la locura y maldad de sus hechos. Las dos palabras (‘~k,L'-hm;) quedan aquí fundidas en una, como si se tratara de un prefijo, como en Ex 4, 2; Ez 8, 6; Mal 1, 12 (cf. Ges. §20, 2). Estrictamente hablando, esa palabra (~k,L'm;) debería estar precedida por un ki (yk): ¿Qué es lo que pasa con vosotros, que aplastáis a mi pueblo? (cf. Is 22, 1. 16).

      En este contexto, las palabras se precipitan y agolpan (como en Jon 1, 6), porque son una expresión de ira. Desde ese fondo, las expresiones relacionada con la conducta de los gobernantes son las más duras que pueden ser empleadas. La más fuerte es quizá, Wnx'_j.Ti ~yYIßnI[] ynEïp., moléis el rostro de los pobres, una dura metáfora, sin paralelo sin paralelo en la Escritura.

      La palabra akd significa triturar, aplastar y aparece también en Prov 22, 22. !xj es moler, como la piedra de molino muele o tritura el grano. De esa manera, ancianos y gobernantes trituran el rostro de aquellos que están inclinados a su alrededor, azotándoles con tal severidad inmisericorde que ellos se encuentran como aniquilados y sus rostros se vuelven blancos como la harina, o como se suele decir entre alemanes: blancos como el queso o la cal, pálidos de muerte, a causa de la opresión y de la desesperanza.

      De esa forma, el lenguaje suple, en cierto modo, la carencia de figuras apropiadas para describir la conducta de los gobernantes de Israel, porque, tomado en sentido literal, el vocabulario no tiene palabras que pudieran expresar plenamente la maldad inconmensurable de su conducta. Por eso, la magnitud de su pecado aparece mejor expresada ante ellos en forma de pregunta: ¿Qué hay de vosotros…?, es decir ¿qué indescriptible maldad es ésta que estáis cometiendo?

      El profeta oye esto que dice en sus adentros Yahvé, el juez majestuoso, a quien él describe como “Señor, Yahvé, de los ejércitos” (tAa)b'c. hwIßhy> yn"ïdoa]). Estos tres nombres de Dios, que encontramos en los libros proféticos (con frecuencia en Amós y también en Jer 2, 19) aparecen por primera vez en un salmo elohista (Sal 69, 7). Esta escena de juicio viene a presentarse así con el colorido de los salmos y más específicamente del salmo elohista de Asaf (Sal 82, 1-8).

      Is 3, 16-17

      ¿tAWjn>À ‘hn"k.l;’Tew: !AYëci tAnæB. ‘Whb.g") yKiÛ ![;y:… hw"©hy> rm,aYOæw: 16 `hn"s.K;([;T. ~h,yleg>r:b.W hn"k.l;êTe ‘@poj'w> %AlÜh' ~yIn"+y[e tArßQ.f;m.W* !ArêG" ÎtAyæWjn>Ð s `hr<(['y> !hEït.P' hw"ßhyw: !AY=ci tAnæB. dqoßd>q' yn"ëdoa] xP;äfiw> 17

       16 Asimismo dice Yahvé: Por cuanto las hijas de Sión se ensoberbecen y andan con el cuello erguido y guiñando los ojos; caminan como si danzaran, haciendo sonar los adornos de sus pies; 17 por eso, el Señor rapará la cabeza de las hijas de Sión, y Yahvé descubrirá sus vergüenzas.

      Pues bien, a pesar de la viveza dramática con la que el profeta describe la escena del juicio, él se siente obligado a romper el mismo desarrollo de su descripción, porque le sobreviene otra palabra de Yahvé. Ésta se aplica a las mujeres de Jerusalén, cuya autoridad, en el tiempo en que Isaías profetizaba, no era menos influyente que la de sus maridos, que habían olvidado la llamada de Dios. Su orgullo interior que le hace elevarse (Whb.g")) se muestra externamente, como en Ez 16, 50 (cf. Sof 3, 11). Desde aquí se entienden los tres gestos de las mujeres a las que el profeta ataca y condena en nuestro texto:

      ‒Ellas caminan con el cuello erguido, es decir, inclinando hacia atrás su garganta, intentando mostrarse más altas de lo que son, porque se creen a sí mismas muy grandes. El qere (=ha de leerse, propio de los masoretas) dice tAyæWjn>, que era la forma más usual en tiempos posteriores, pero Isaías utilizó con toda probabilidad la forma más rara y más ruda (tAWjn>), que es el ketiv, pues ella existía realmente (cf. 1 Sal 25, 18).

      ‒Por otra parte, las mujeres iban guiñando los ojos (tArßQ.f;m.), es decir, lanzando miradas voluptuosas y amatorias, con inocencia afectada (LXX: νεύματα ὀφθαλμῶν), pestañeando ostentosamente. El término rqf no significa aquí fucare (pintarse los ojos, como supone el Targum: b. Sabbath 62b, Joma 9b; cf. también Lutero), una acepción que no puede haberse introducido en este contexto, porque en tiempo del Antiguo Testamento resultaba indispensable en oriente el pintarse las cejas de negro (con antimonio) para resaltar la belleza femenina. Esa palabra significa más bien nictare, es decir, guiñar o parpadear (como suponen los LXX, la Vulgata y la trad. Siríaca). En esa línea el Talmud dice que “Dios no creó a la mujer de la oreja de Adán, a fin de que ella no anduviera siempre escuchando, ni de los ojos de Adán, a fin de que no los estuviera siempre guiñando (cf. b. Sota 47b). “Desde que las mujeres se han multiplicado con cuellos extendidos y ojos parpadeantes, se ha multiplicado el número de casos en los que resulta necesario acudir al juicio de las aguas amargas” (cf. Num 5, 18). De hecho, ese uso se extendió de tal manera que Johanan ben Zakkai, discípulo de Hilel, abolió totalmente la ordalía (veredicto divino) de Sota (sobre la mujer sospechosa de adulterio), suponiendo que las personas de aquel tiempo eran todas una generación adúltera.

      ‒En tercer lugar (además de alargar el cuello y guiñar los ojos), el texto dice que las mujeres caminaban a modo de danza (hn"k.l;êTe ‘@poj'w> %AlÜh'). El texto afirma que caminan como danzando, con ‘@poj', una palabra muy extendida de origen onomatopéyico, que significa andar a pasos cortos, poniendo la punta de un pie contra el calcañar del otro (como lo explica el Talmud). Lutero traduce el texto diciendo que “caminan y se van agitando” (schwänzen, i.e., clunibus agitatis). La traducción es apropiada pero incorrecta. Ellas no podían andar sino a pasos cortos porque los costosos aros/adornos de los pies (mysk[), rodeando sus tobillos, estaban conectados.

      Estos aros/cadenas, que probablemente estaban adornados con campanillas, como sucede actualmente en ciertos pueblos de oriente, los utilizaban para menearse rítmicamente mientras caminaban; así hacían un balanceo, poniendo los pies en el suelo de tal manera que los aros de los tobillos