Franz Julius Delitzsch

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías


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Wlïm.g", que significa terminar, llevar hasta el fin, mostrar prácticamente el mal).

      Is 3, 10-11

      `Wlke(ayO ~h, Þylel.[;m; yrIïp.-yKi( bAj+-yKi qyDIÞc; Wrïm.ai 10 `AL* hf, ['îyE wyd"Þy" lWmïg>-yKi( [r"_ [v'är"l. yAaß 11

       10 Decid a los justos que les irá bien, porque comerán de los frutos de sus manos. 11¡Ay del malvado! Le irá mal, porque según las obras de sus manos le será pagado.

      El sentido del pasaje es claro. Pero dado que la maldición del pecado consiste en distorsionar el conocimiento de aquello que es más obvio y evidente, e incluso de oscurecerlo totalmente, el profeta insiste todavía en el hecho de que todo pecado implica auto-destrucción, muerte de sí mismo, y así coloca esta verdad general en contra de su opuesta (como suele hacer el evangelio de Juan); en esa línea podemos hablar aquí de una figura “palilógica”, es decir, de una repetición del mismo pensamiento, aunque en formas opuestas (a los justos les irá bien, a los malvados mal).

      Vitringa y otros comentadores modernos piensan que qyDIÞc; Wrïm.ai debe traducirse como “Alabad a los justos”; pero esta traducción no puede mantenerse, pues aunque rïma se construye a veces con acusativo de objeto (Sal 40, 11; 145, 6.11) nunca significa alabar sino decir, declarar (incluso en Sal 40, 11). El único sentido de la frase es “decid a los justos”, y ella debe entenderse de un modo antifonal (que es propio de palabras como ~t,Þyair>; cf. Is 22, 9; Ex 2, 2), [d;y" (1 Rey 5, 17), y rm;a' (cf. λέγειν, John 9:9).

      La frase ha de entenderse en su totalidad: bAj+-yKi qyDIÞc; Wrïm.ai, “dicite justum quod bonus = dicite justum esse bonum” (Ewald, § 336, b). De esa manera, el sentido de aquello que se debe decir a los justos aparece de un modo general (que les irá bien); después seguirá la cualificación o definición más precisa de ese “ir bien” (=comerán los frutos de sus manos). Desde ese fondo se entienden las dos palabras clave de estos versos, que son los verbos bAj y [r"_, que pueden estar en la tercera persona del pretérito, que se emplea en un sentido neutro, la primera con el significado de “están bien” (=les irá bien; cf. Dt 5, 30; Jer 22, 15-16); la segunda con el sentido “están mal” (=les irá mal; cf. Sal 106, 32). Pero, tomando como referencia Jer 44, 17, bAj y [r"_ pueden utilizarse en el sentido general de καλῶς (κακῶς) ἔχει, sin necesidad de que deba suplirse un Al (a él, al justo o al malvado) ni en un caso ni en otro.

      Al justo le va bien, al malvado mal. En ambos casos se expresa el destino a la luz del cual el infortunio previo del justo aparece como buena fortuna, y la buena fortuna anterior del malvado aparece como infortunio. Con una alusión a esta gran diferencia en su eventual destino, la palabra “dice/decid” (Wrïm.ai), que está implícita también en la segunda cláusula, desvela y expresa la buena fortuna de unos (los justos) y el infortunio de otros (los malvados). ¡Oh, si Judea y Jerusalén pudieran reconocerlo para su propia salvación, antes de que fuera demasiado tarde! Porque el estado de la pobre nación era ya bastante miserable y muy cercano a la destrucción.

      Is 3, 12

      ~y[iêt.m; ^yr<äV.a;m. ‘yMi[; Ab+ Wlv.m'ä ~yviÞn"w> lleêA[m. wyf'äg>nO ‘yMi[;

      s `W[Le(Bi ^yt, Þxor>ao* %r<d<îw>

       Mi pueblo… sus opresores son muchachos, y mujeres se enseñorearon de él. Mi pueblo, los que te guían te engañan y tuercen (=tragan) el curso de tus caminos!

      No es probable que lleêA[m. signifique maltratadores o engañadores, por su vinculación mujeres (~yviÞn); por otra parte, la idea de un tratamiento despótico esta ya contenida en la palabra wyf'äg>nO. El paralelismo del texto hace que esperemos “niños” (muchachos) en paralelo con mujeres. Y éste es un significado de lleêA[m.. De todas formas, esta palabra no significa niños de pecho, como supone Ewald (§160, a), y así podemos verlo cuando aparece de un modo más específico, en relación a yonek qnEßAy (lactante, cf. Jer 44, 7; Lam 2, 11), de manera que no puede tener el mismo significado que esa palabra.

      Podemos suponer que ll;A[m., se refiere a muchachos lascivos y perversos (lascivum, protervum). Böttcher traduce rectamente esta palabra, diciendo pueri, lusores, aunque lleêA[m. no tenga en sí mismo un sentido colectivo, como él supone. De todas formas, el singular se utiliza aquí colectivamente, o quizá mejor, el predicado ha de aplicarse a cada individuo que esté incluido en la noción plural del sujeto (comparar Is 16, 8; 20, 4 §146, 4): los opresores del pueblo, todos ellos sin excepción (aunque tuvieran edad avanzada) aparecen como meros niños o jóvenes por su modo de pensar y de actuar, sometiendo a todos al juego caprichoso de su humor.

      La persona del rey vuelve a quedar de nuevo en el trasfondo, pero el gobierno femenino, al que se aludirá después, nos sitúa en un ámbito de corte real. Y éste debió haber sido realmente el caso cuando Acaz, que era todavía joven, subió al trono a la edad de veinte años (según los LXX a los veinticinco), posiblemente hacia el final del reino de Jotán. Con la mayor angustia, el profeta repite la expresión “mi pueblo” (yMi[;) cuando se refiere en su discurso a todos, a partir de los gobernantes, a los que presenta de algún modo como “predicadores”, en el sentido de ^yr<äV.a;m..

      Ellos son por tanto los que guían al pueblo, de manera que aparecen de algún modo como profetas (Miq 3, 5). Pero ¡qué profetas! En vez de guiar al pueblo por el recto camino, ellos lo extravían (Is 9, 15; cf. 2 Rey 21, 9). Esto lo hacían desde tiempo antiguo, como iremos viendo, cuando, a través de la historia de la profecía, ellos actúan al servicio de los intereses impíos de la corte, con un servilismo dinástico o demagógico, adulando los peores deseos del pueblo. De esa manera ellos pervierten el curso del camino del pueblo (es decir, la vía principal o las sendas ramificadas por la que el pueblo debía alcanzar la meta señalada), de manera que el pueblo no puede ver, no puede encontrar el camino o avanzar por (cf. Is 25, 7-8, donde el verbo se utiliza en otro contexto).

      En ese sentido se puede afirmar que esos falsos “guías” tuercen (tragan: W[Le(Bi) el camino, que se vuelve invisible, de manera que parece haber desaparecido, sin dejar atrás ni siquiera una huella. La misma idea se aplica en Job 39, 27 a un caballo en galope, del que se dice que traga o devora el camino, que va dejando tras él, parcela a parcela, en su rápido curso. Aquí se afirma pues que los profetas devoran el camino señalado por Yahvé como aquel por el que su pueblo debía caminar, lo mismo que un criminal traga un trozo de papel que podría ofrecer un testimonio contra él, escondiéndolo en su propio estómago. De esa manera, el camino de salvación trazado por la Ley no podía ser ya visto ni oído. Los profetas que deberían haber trazado ese camino lo pervertían (lo mantenían devorado, en el sentido de deglutire). Ese camino de la Ley habría perecido totalmente, por así decirlo, a causa de la predicación errónea de los falsos profetas, si viniera a presentarse el mismo Dios.

      Is 3, 13

      `~yMi([; !ydIîl' dmeÞ[ow> hw"+hy> byrIßl' bC'înI

       Yahvé ha aparecido para litigar y está en pie para juzgar a las naciones.

      Ésta era la situación. Había poco que esperar de las exhortaciones del profeta, de manera que Isaías tenía que volver, una vez y otra, a proclamar el juicio. Cuando Yahvé, cargado con su largo sufrimiento, se eleva de su trono celestial se dice que él esta de pie (~wq, cf. Is 2, 19. 21; 33, 10); y cuando él asume el trono del juicio, a la vista de todo el mundo, se dice que está “sentado” (bcy, cf. Sal 9, 5; Joel 3, 12). Cuando, habiendo bajado del cielo (Miq 1, 2), él se pone delante como acusador se dice bC'(nI. Dios viene y se siente de un modo firme.

      La alegación o defensa de Yahvé (cf. Jr 25, 31) es al mismo tiempo su juicio (!yDI), porque su acusación que es incontrovertible contiene en sí misma la sentencia; y su sentencia se ejecuta de un modo irresistible, expresando y llevando por sí misma el castigo. De esa forma, él está en pie en medio de las naciones al mismo tiempo como acusador, juez y ejecutor (cf. Sal 7, 8). Pero estando entre las naciones él despliega en especial su contienda contra Israel, y en Israel de un modo aún más especial contra los líderes del pueblo mal guiado y olvidado.

      Is 3, 14-15

      `~k,