Franz Julius Delitzsch

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías


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la tierra” (cf. Flp 2, 10).

      Jerusalén ha sido devorada (tragada) dos veces por el Hades; una, en la guerra de los caldeos; otra en la guerra contra Roma. Pero el trasfondo invisible de estos acontecimientos exteriores es el hecho de que ellos sucedieron de un modo externo, mientras que en realidad Jerusalén estaba precipitándose en sentido más profundo para caer bajo el poder del infierno. Ahora, incluso en el sentido más literal, la antigua Jerusalén, como los partidarios de Koré (Num 16, 30. 33) en la historia antigua, había sido tragada por el subsuelo. Lo mismo que Babilonia y Nínive, cuyas ruinas están siendo excavada, habían sido derribadas bajo el suelo, así está siendo derribada y enterrada la antigua Jerusalén, y muchos enigmas de la topografía seguirán siendo enigmas hasta que la antigua Jerusalén sea excavada y sacada a luz nuevamente de debajo de la tierra.

      Is 5, 17

      `Wlke(ayO ~yrIïG" ~yxiÞme tAbïr>x'w> ~r"_b.d"K. ~yfiÞb'k. W[ïr"w

       Y pastarán los corderos en sus pastos, y los extranjeros devorarán los campos desolados de los ricos.

      En la línea anterior, cuando consideramos que la Tierra Santa es en el momento actual (texto escrito a mediador del siglo XIX) un ancho campo de pastoreo para los ganaderos árabes y que la moderna Jerusalén, que había surgido del polvo, es una ciudad musulmana, podemos ver aquí también el cumplimiento literal de Is 5, 17: “Los corderos serán apacentados…”.

      No hay necesidad de ofrece un objeto al verbo W[ïr", pastarán, como suponen Knobel y otros (en los campos devastados de la segunda cláusula); ni ~r"_b.d" ha de tomarse como objeto, como supone Caspari, pues el lugar al que se refiere esta pasaje está determinado por el contexto: Pastarán en el lugar donde estaba Jerusalén, allí se alimentarán los corderos, como si esa tierra fuera su pastizal, es decir, como si ellos se encontraran en sus antiguos pastizales de costumbre (rb,Do), como en Miq 2, 13, antes de que existiera Jerusalén.

      Los corderos a los que se alude aquí son de los extranjeros (~yrIïG") mencionados en la segunda cláusula. Estos ~yrIïG" son hombres que llevan una vida nómada, de peregrinos no asentados en un lugar, y así se distinguen de los ~yriyGE que son extranjeros visitantes e incluso establecidos en un lugar. Los LXX ponen ἄρνες, corderos, de manera que ellos han debido leer en lugar de ~yrIïG" otra palabra, como ~yrIK', corderos o ~ydIGI (cabras), cambio que Ewald, Knobel, and otros han adoptado. Pero con esto se olvida un rasgo de la profecía y el sentido de su cumplimiento histórico, que aquí estamos poniendo de relieve.

      Los ~yxiÞme tAbïr>x' son los campos de aquellos que antes eran ricos, es decir, gordos y orgullosos de su abundancia, campos que ahora se han vuelto lugares desolados. La afirmación de Knobel que dice que Wlke(ayO, de lka, está aquí fuera de lugar en conexión con ~yrIøK', está refutada por Is 1, 7, texto al que él mismo se refiere, aunque a su juicio el sujeto sean las cabras, no a los hombres. El texto hay que entenderlo en sentido histórico, como indicando que los extranjeros devorarán los campos desolados de los ricos de Judá.

      Así culmina el segundo ay y se cierra con Is 5, 17, que ha sido el más intenso de todos, indicando que la lujuria era el vicio dominante de Judá en el tiempo de Ozias-Jotán, como lo había sido de Israel bajo Jeroboam II (cf. Am 6, 1-14, donde aparece la misma amenaza).

      Is 5, 18

      `ha'(J'x; hl'Þg"[]h' tAbï[]k;w> aw>V"+h; yleäb.x;B. !wOà['h, ( ykeîv.mo yAh±

       ¡Ay de los que traen la iniquidad con cuerdas de mentira y el pecado como con coyundas de carreta!

      El tercer ay se dirige en contra de aquellos hombres que se suponen de gran fuerza mental, que provocan el juicio de Dios por medio de pecados de presunción y de palabras malvadas. Knobel y muchos otros comentadores toman ykeîv.mo, de kvm, en el sentido de attrahere (de arrastrar hacia uno mismo): “Ay de los que arrastran hacia ellos las iniquidades con mentira…”, y cita como ejemplo paralelo el de Job 40, 24 y Os 11, 4. Pero kvm se utiliza también en Dt 21, 3 en el sentido de arrastrar con un yugo, es decir, arrastrar un yugo o un carro; y la palabra mencionada aquí como carreta o carro (hl'Þg"[]) es la comúnmente utilizada para el carro de trasporte, en cuanto distinto de la hb'K'r.m,, que es el carro real o de combate.

      En esa línea, la figura que se emplea es la misma que aparece en el fondo de un pasaje del NT en el que se habla de ἑτεροζυγεῖν (de estar unidos desigualmente a un yugo, 2 Cor 6, 14).El peso que ellos arrastraban detrás con cuerdas de mentira (aw>V"+) era la iniquidad (cf. Sal 26, 4 y Job 15, 31), es decir, la carencia de honestidad o de religión; y el pecado era como el carro al que iban atados, como con una gruesa soga (Hofmann, Drechsler, y Caspari; cf. Ewald, §221, a). Aquí se citan la iniquidad y el pecado como llevando con ellas su propio castigo.

      La palabra !wOà[' (iniquidad o crimen) es genérica, mientras que a'(J'x;, pecado, tiene un carácter cualitativo fuerte. La audaces figuras que aquí se emplean (tirar de un carro…) tienen un sentido de amargo sarcasmo. Ellos se envanecían de su falta de fe, pero esta falta de fe era como un dogal con el que ellos mismos, como bestias de carga, serían atados al pecado, y por tanto al castigo implicado en el pecado, que ellos iban arrastrando más y más, ignorando el carro o vagón que llevaban tras ellos.

      Is 5, 19

      br:äq.tiw> ha,r>nI ![;m;äl. WhfeÞ[]m; hv'yxi²y" ŸrhEôm;y> ~yrIªm.aoh'

      s `h['d"(nEw> laeÞr"f.yI vAdïq. tc;²[] ha'Abªt'w>

       los cuales dicen: ¡Que apresure, que acelere su obra, para que veamos! ¡Acérquese y venga el consejo del Santo de Israel, para que lo sepamos!

      Is 5, 19 muestra claramente que la profecía se refería a los libre-pensadores de su tiempo, las personas a las que los Salmos y los Proverbios llaman necios (lben") y despreciadores (#le). Ellos dudaban de la venida del día de Yahvé (Ez 12, 22; Jer 5, 12-13), y llegaban tan lejos en su falta de fe y consideración que invocaban la llegada de aquello en lo que no podían ni querían creer, deseando que llegara, a fin de que ellos pudieran verlo con sus propios ojos y experimentarlo por sí mismos, de un modo exterior, como espectadores, sin implicarse personalmente en su venida (cf. Jer 17, 15; de un modo diferente en Am 5, 18 y en Mal 2, 17‒3, 1, donde este deseo no brota por desprecio y desconfianza, sino por impaciencia y debilidad de fe).

      Los dos verbos de apresuramiento (rhEôm;y>, br:äq.tiw>) pueden utilizarse de un modo transitivo e intransitivo (cf. Jc 20, 37: apresurarse o hacer que se apresuren otros), de manera que el pasaje se puede traducir de manera intransitiva: “que su obra se apresure…” (en esa línea lo entienden Hitzig, Ewald, Umbreit y Drechsler). Pero nos parece preferible la traducción adoptada por Gesenius, Caspari y Knobel, sobre la base de Is 60, 22, tomando el verbo como transitivo, con Yahvé como sujeto: ¡Qué él apresure su obra, que se acerque…!

      Las verbos hv'yxi²y" y ha'Abªt' son probablemente, con Sal 20, 4 y Job 11, 7, los únicos ejemplos en los que en el Antiguo Testamenteo se expresa un deseo en tercera persona, intensificado con un ha', que indica un deseo o una llamada. Ez 23, 20, citado por Gesenius (&48, 3) y Job 22, 21, a los que se refiere Knobel, no tienen conexión con estos verbos, pues en ambos casos el ha es una terminación femenina, y no un hortativo (cf. Com. a Job 22, 27, nota, y a Job 22, 21). El hecho de que estos librepensadores llamen a Dios “el Santo de Israel”, mientras que desprecian su pretendida obra final y piden que se presente a sí mismo como el Santo, puede explicarse desde Is 30, 11: Ellos tomaron este nombre de Dios de los labios del mismo profeta, de manera que su despreció afectaba a Dios y a su profeta al mismo tiempo.

      Is 5, 20

      ‘rAal. %vxoÜ ~ymi’f' [r"_ bAJål;w> bAjß [r:²l' ~yrIïm.aoh' yAhå

      s `rm")l. qAtïm'W qAtßm'l. rm:± ~ymiîf' %v,xoêl. rAaæw>

       ¡Ay de los que a lo malo dicen bueno y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!

      El ay anterior se refería a los que convierten los hechos de la historia sagrada en objeto de su duda naturalista y ridícula,