Franz Julius Delitzsch

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías


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ley de Dios; porque el mal, la oscuridad y la amargura, con sus respectivas antítesis, constituyen unos principios morales que están esencialmente relacionados (cf. Mt 6, 23; Sant 3, 11).

      El mal, en cuanto opuesto a Dios, es oscuro en su naturaleza, y por tanto procura esconderse, y se opone al poder punitivo de la luz. Y aunque pueda ser dulce al gusto material, el mal es sin embargo amargo, en cuanto produce aborrecimiento y disgusto en la naturaleza del hombre que es semejante a Dios. Por eso, tras un breve período de auto-decepción, el mal se convierte en un amargo “ay” de resultados fatales. Oscuridad y luz, amargura y dulzura no son por tanto metáforas tautológicas para mal y bien, sino epítetos que se aplican al mal y al bien conforme a sus principios esenciales, y a sus efectos necesarios e internos.

      Is 5, 21

      `~ynI)bon> ~h,ÞynEP. dg<n<ïw> ~h,_ynEy[e(B. ~ymiäk'x] yAhß

       ¡Ay de los que son sabios ante sus propios ojos, y prudentes delante de sí mismos!

      El tercer ay se refería a los “naturalistas” incrédulos, a los oponentes de la profecía. La cuarta se refiere a los moralistas que crean confusión en todo; pues bien, en la línea anterior, se añade aquí, por asociación natural de ideas, el ay que denuncia a aquellos a quienes su falta de humildad les impide llegar a la sabiduría que va mano a mano con la profecía, cuyo verdadero fundamento es el temor de Yahvé (Prov 1, 7; Job 28, 28; Ecl 12, 13).

      Una regla fundamental de este sabiduría (Prov 3, 7) es la que dice: “no seas sabio a tus propios ojos”. Sobre esta palabra se apoyaba la práctica profética, cuyas advertencias rechazaban esos falsos sabios de un modo tan humillante. El siguiente ay, que se refiere a la administración de justicia en el Estado, muestra claramente que el profeta tiene especialmente en su mente la carencia de sabiduría teocrática en relación con los asuntos de la sociedad.

      Is 5, 22-23

      `rk")ve %soðm.li lyIx:ß-yven>a;w> !yIy"+ tATåv.li ~yrIßABGI yAh§ 22 s `WNM,mi Wrysiîy" ~yqIßyDIc; tq:ïd>ciw> dx;vo+ bq,[eä [v'Þr" yqEïyDIc.m; 23

       22 ¡Ay de los que son valientes para beber vino y hombres de valor para mezclar bebidas; 23 los que por soborno declaran justo al culpable, y al justo le quitan su justicia!

      Vemos por Is 5, 23 que los bebedores de Is 5, 22 son los jueces injustos. La amenaza que Isaías dirige en contra de ellos aparece así de un modo universal, como con un “ceterum censeo”; y ella constituye la sustancia de este sexto y último “ay”. Estos jueces son héroes, pero no rechazando lo malo, sino bebiendo vino; son hombres de renombre, pero no por decidir entre el culpable y el inocente, sino por mezclar los ingredientes de los fuertes y artísticos vinos. Sobre los términos aplicados a estas mezclas, cf. Sal 75, 9: Prov 23, 30; Cant 7, 3.

      Debe tenerse presente, sin embargo, que lo que aquí se llama shekar (rk")ve) no era propiamente hablando vino (sólo vino), sino que se aplicaba a diversas bebidas alcohólicas, como vino de dátiles y sidra. Por ser expertos en bebidas como éstas eran conocidos y fuertes, mientras que juzgaban injustamente, y recibían propinas que ellos podían consumir como recompensa por su injusticia en el vino y en los vicios (Is 28, 7-8; Prov 31, 5). La palabra bq,[eä (que aparece en dx;vo+ bq,[eä, por soborno) es un acusativo adverbial, como recompensa por… La palabra WNM,mi es un distributivo y se refiere hacia atrás a los justos, ~yqIßyDIc;, a los que estos falsos jueces privan de su justicia (cf. Os 4, 8).

      Is 5, 24

      ‘~v'r>v' hP,êr>yI ‘hb'h'l, ( vv;Ûx]w: vaeª !Avål. vq;ø lko’a/K, •!kel'

      hw"åhy> ‘tr:AT tae… Wsªa]m' yKiä hl,[]y: qb'äa'K' ~x'Þr>piW hy<ëh.yI) qM'äK;

      `Wcae(nI laeÞr"f.yI-vAd)q. tr:îm.ai tae²w> tAaêb'c.

       Por tanto, como la lengua del fuego devora el rastrojo y la llama devora la paja, así caerá su raíz como podredumbre y su flor se desvanecerá como polvo, porque desecharon la ley de Yahvé de los ejércitos y abominaron la palabra del Santo de Israel.

      En las tres primeras exclamaciones anteriores (de Is 5, 18-21), Yahvé quedaba satisfecho con el simple ay (yAh§) sin desarrollarlo, mientras que las dos denuncias siguientes contra los codiciosos y presumidos injustos habían sido expandidas con una palabra elaborada en forma el castigo. Pero ahora que el profeta ha llegado al tema anterior (5, 23-24), referente a los jueces injustos, la denuncia del castigo estalla con tal violencia que no basta una simple exclamación de “ay”.

      A los dos “por tanto” (!kel') anteriores (que hemos visto en Is 5, 13.14), se añade ahora un tercero, en Is 5, 24: “Por tanto (!kel'), como la lengua de fuego…”. Las personas a las que se refiere en primer lugar son las descritas en 5, 22-23, pero con una ampliación, de manera que ahora se alude no sólo a los jueces injustos, sino a todo Judá y Jerusalén, la viña de la que esos jueces han surgido como fruto malo. Los pecadores se comparan con una planta que se convierte en ceniza, por arriba y por debajo, plenamente (cf. Mal 4, 1. En esa línea resulta ilustrativa la inscripción escrita sobre el sarcófago del rey fenicio Esmunazar: “No quede de él ni raíz abajo ni rama arriba”).

      Su raíz se convierte en polvo de la tierra y su retoño o flor (xrp, como en Is 18, 5) se vuelve polvo fino, que el viento lleva lejos. Pues bien, ese cambio en raíz y en frutos acontece de repente, como si todo sucediera por la fuerza del fuego. En la expresión vaeª !Avål. vq;ø lko’a/K, (como la lengua de fuego devora el rastrojo), que consta de cuatro pequeñas palabras con tres letras sibilantes podemos oír como el bisbiseo de la llama.

      Cuando el infinitivo constructo está conectado con sujeto y objeto, generalmente el sujeto se coloca primero, como en Is 64, 1; pero aquí aparece antes el objeto, como en Is 20, 1 (Ges. §133, 3; Ewald, § 307). En la segunda cláusula el infinitivo constructo se convierte en verbo finito, como en el pasaje construido de un modo semejante en Is 64, 1. Dado que hP,r>yI tiene el sentido intransitivo de caer totalmente, de colapsarse, hb'h'l, ( tiene que ser un acusativo de lugar, o hb'h'l, ( vv;Ûx ha de estar en estado constructo, significando heno o rastrojo destinado a la llama (como la llama que consume el heno, llama ascendente).

      Como razón para la desaparición repentina de la plantación de Judá no se mencionan algunos pecados particulares, sino el pecado de los pecados, es decir, el rechazo de la palabra de Dios con el corazón y las obras (Wsªa]m'), con palabras y hechos (Wcae(nI). La doble tae y tae²w> sirven para resaltar la importancia del objeto; y el intercambio entre Yahvé de los ejércitos y el Santo de Israel hacen que el pecado aparezca más grande, por razón de la grandeza y santidad de Dios, que se revela a sí mismo en su palabra, y que de hecho se ha manifestado a Israel como a su pueblo particular. Pues bien, tan pronto como el profeta menciona el gran pecado de Judá, el anuncio del castigo parece recibir fuerza (más combustible) como si la llama volviera a arder de nuevo.

      Is 5, 25

      ‘WzG>r>YIw:) WhKeªY:w: wyl'ä[' Adôy" jYEåw: AMø[;B. hw"“hy>-@a; •hr"x' !Ke‡-l[

      bv'ä-al{ ‘tazO-lk'B. tAc+Wx br<q<åB. hx'ÞWSK; ~t'²l'b.nI yhióT.w: ~yrIêh'h, (

      `hy")Wjn> Adðy" dA[ßw> APêa;

       Por esta causa se encendió el furor de Yahvé contra su pueblo, y extendió contra él su mano y lo hirió; y se estremecerán los montes, y sus cadáveres (serán) como basura en medio de las calles. Con todo esto no cesará su furor, sino que todavía su mano está extendida.

      Por estas últimas palabras, que se repiten como un estribillo en el ciclo de profecías relacionadas con el tiempo de Acaz (Is 9, 11. 16; 10, 4), podemos ver que el profeta tiene ante su mente un juicio distinto y completo sobre Judá para el inmediato futuro. Se trata ciertamente de un juicio futuro, no de uno que ya ha pasado, porque los verbos que vienen después de “por esta causa” (!Ke-l[;), como los que venían tras los tres laken (!kel') anteriores son pretéritos proféticos. Por tanto, es imposible tomar las palabras “y la colinas temblarán” (~yrIêh'h, ( ‘WzG>r>YIw:)) como si se refirieran a un terremoto en el tiempo de Ozías (cf. Am 1, 1; Zaca 14, 5).

      Este