Unidos e incluso en el mundo: Bell Labs. Con doce premios Nobel, Bell Labs había sido el orgullo de Estados Unidos y un líder global de investigación científica y desarrollo desde principios del siglo XX.
En 1997, Ren Zhengfei quedó profundamente impresionado cuando visitó los Bell Labs. Conmovido por una fuerte emoción, dijo: «Hace más de diez años me dijeron que Bell Labs podía producir una invención patentada por día, y ahora puede producir tres invenciones por día. Eso es tan asombroso. Mi sentimiento por Bell Labs es más fuerte que el amor».
Sin embargo, como activo central de Lucent Technologies, Bell Labs sufrió un serio conflicto entre la cultura arriesgada del mercado de capitales y la tradición de la investigación científica. Tradicionalmente, Bell Labs había puesto gran énfasis en la investigación básica, pero ahora, inevitablemente, tuvo que centrarse más en inventos pragmáticos orientados al mercado. La organización ha perdido de manera gradual su idealismo orientado hacia el futuro.
De hecho, ni la especulación del mercado de capitales ni un compromiso idealista con el futuro son adecuados para la verdadera misión de un negocio: ninguno de los enfoques se centra en el cliente. Por lo tanto, la caída de Lucent Technologies de su posición de grandeza parece ser aún más lógica en el mundo de los negocios.
Oportunismo: la copa de oro de vino envenenado
Correr riesgos es una característica común de los emprendedores. Pero correr riesgos no es lo mismo que apostar, que es un juego de intelecto que depende de la astucia, la intuición y la suerte. Ren Zhengfei dijo una vez que todos tenemos inclinación a apostar, pero que debía controlarse a sí mismo. Dijo que tenía que controlar esas inclinaciones y aprender a manejarlas. Cuando estuvo en Las Vegas, visitó los casinos al igual que cualquiera, pero nunca hizo ninguna apuesta. Solo le gustaba pasar el tiempo. Dijo con una sonrisa: «Tengo miedo de que me absorba...».
Un hombre llamado Wu Ying es todo lo contrario. Ying en chino significa halcón, y este nombre no está muy lejos de su disposición personal. Tiene una mirada afilada, y con ella ve las mejores oportunidades. Él fue quien compró la tecnología Personal Handyphone System (PHS) de Japón en el momento justo en que China decidió abrir a la competencia su mercado de comunicaciones. Como resultado, ganó un juego casi imposible, y una compañía llamada UTStarcom surgió en el mercado. En ese momento, PHS se consideraba tecnología obsoleta, por lo que las principales compañías internacionales de telecomunicaciones, incluida Huawei, no creían que tuviera alguna esperanza de éxito. Sin embargo, el mercado chino tenía una fuerte demanda por este sistema. PHS fue adoptado por China Telecom, que aún no había obtenido la licencia para operar servicios de telefonía móvil. PHS, como una extensión de la conexión de línea fija, encajaba bien con la capacidad de proporcionar servicios fijos y móviles.
Debido a su espíritu aventurero y a la especulación, UTStarcom se elevó rápidamente al estrellato. En 2003, UTStarcom ocupó más de 70 % del mercado de dispositivos. Cuando el mercado de PHS se desaceleró en 2005, aún mantenía una participación de 60 % del mercado de sistemas y 50 % del mercado de dispositivos. En 2003, sus ingresos por ventas estuvieron a la par de los de Huawei.
El PHS de UTStarcom fue una gran apuesta, causando emoción en el mercado de capitales. En 2000, UTStarcom se registró en NASDAQ y, en el mismo año, la compañía ingresó en Fortune 1000. Durante 17 meses consecutivos, su desempeño superó las expectativas de los analistas de Wall Street. Las ventas aumentaron en un factor de 100. En octubre de 2003, la revista Business 2.0 clasificó a la compañía como número uno entre las 100 empresas de tecnología de más rápido crecimiento del año. Wu Ying, su fundador, se convirtió en una celebridad de la noche a la mañana en el sector de las telecomunicaciones.
Este impulso, que en la superficie fue altamente positivo, terminó arruinando a UTStarcom. El oportunismo es como una moneda de dos caras: la suerte indica que las oportunidades no suelen recaer en la misma compañía o persona una y otra vez. Una compañía tiene que depender de su fortaleza y capacidad para tener éxito. El 1 de junio de 2007, Día Internacional del Niño, Wu Ying renunció a UTStarcom. Una compañía que había crecido hasta un tamaño que contradecía su edad y estaba a punto de hundirse.
Poner al mercado primero no es lo mismo que priorizar a los clientes. Una empresa no solo debe seguir las tendencias o simplemente atender las oportunidades de mercado de corto plazo. Grandes compañías como Apple e IBM se han adherido al credo de la centralidad en el cliente. Están comprometidos a satisfacer tanto sus necesidades inmediatas como sus requerimientos potenciales a más largo plazo, y por lo tanto ofrecen a los clientes los mejores productos y servicios. La suerte en el mercado es una copa de oro que a veces está llena de vino envenenado. Cualquiera que beba de la copa se vuelve miope, perezoso, especulativo, complaciente e insensible. Incluso sus músculos comienzan a atrofiarse.
Una empresa que persigue la excelencia y el desarrollo a largo plazo no debe depender de la suerte.
La mano que sostiene una antorcha contra el viento seguramente se quemará
La sociedad ha entrado en una era en que las estrellas tienden a arder rápidamente, mientras que los estallidos de meteoros de corta vida se agolpan en el cielo de medianoche. Las nuevas tecnologías surgen en oleadas mientras Internet enlaza el mundo como una telaraña. Todo esto es destructivo para la tradición y ha causado una crisis organizacional global. Los sistemas de teoría y práctica organizativa desarrollados durante varios miles de años ahora se encuentran al borde del precipicio, y las organizaciones empresariales son las más afectadas.
En los últimos treinta años, muchas empresas han surgido y desaparecido rápidamente. Nombres como Wang Laboratories y Yahoo ingresaron al escenario de la nada, solo para caer rápidamente en declive. Algunas compañías consagradas por el tiempo también han pasado de estrellas a meteoros en este periodo de cambio espectacular: AT&T es un ejemplo perfecto.
AT&T era un jugador verdaderamente prestigioso en el sector de las comunicaciones globales. Establecida en 1877 por Alexander Bell, padre del teléfono, dio origen a muchas organizaciones distinguidas, como Bell Labs, Northern Telecom y Lucent Technologies. De ahí surgió también Claude Elwood Shannon, el padre de la teoría de la información, y varios ganadores del Premio Nobel, Premio Turing y Premio Claude E. Shannon. Después de dos movimientos antimonopolio en el siglo XX, no había perdido su ventaja y, de hecho, se había vuelto más competitiva. Lamentablemente, no pudo sobrevivir a las nuevas tecnologías y al mercado de capitales que golpeó al mundo como una tormenta a principios del siglo XXI. La familia de AT&T se marchitó, y en estos días no es mucho más que el brillante caparazón de lo que fue.
Esto parece ser un destino inevitable para las compañías de telecomunicaciones: si están comprometidas con la innovación, se destruyen a sí mismas; si se mantienen alejadas de la innovación, otros las destruirán.
Hay otro destino: dispuestos o no, terminan en el matadero del mercado de capitales. Wall Street, por ejemplo, es bien conocido como el carnicero de la economía real del mundo. El capital financiero incuba una serie de start-ups (empresas emergentes) tecnológicas a una velocidad asombrosa, pero las mata con la misma rapidez. Ni siquiera el imperio comercial de AT&T pudo escapar de este destino. Fue dividido en tres partes y abandonado después de haber sido despojado de toda su carne. Su final es tan espantoso como la mayoría de las otras historias en el mercado de capitales: los administradores de capital y profesionales, o solo el capital, son los únicos ganadores, y las compañías sufren o mueren por completo.
En este mundo globalizado, el culto al capital y la tecnología ha destruido a varias grandes compañías y empresarios. En la lista de fallecidos o críticamente enfermos están Wang Laboratories, Motorola, Lucent Technologies, Northern Telecom, AT&T y Yahoo, por mencionar solo algunos. En la actualidad, Motorola y muchas otras empresas públicas no son más que marionetas ensartadas en los dedos de oro del capital financiero.
En las últimas dos décadas, Huawei ha tenido muchas oportunidades para casarse con inversionistas de capital de riesgo, pero Ren Zhengfei optó por evitarlos.
Huawei no se ha unido a la serie de meteoritos efímeros porque ha resistido el llamado de la sirena del mercado de capitales. El mercado